La lucha por el reconocimiento de las personas trans y su inclusión social es más visible que nunca en el debate público y político, en un momento en que su representación en el audiovisual también coincide con una etapa clave. Lejos, pero a la vez muy cerca en cuanto a la vigencia de las temáticas que abordan, quedan los casos aislados de películas como Vestida de azul —el documental de 1983 de Antonio Giménez-Rico— que ponía cara y daba voz a un grupo de mujeres con sus inquietudes y problemas enfrentándose a la vida por expresar su identidad, por el mero hecho de no cumplir las expectativas generadas en los otros al nacer. En la ficción más reciente una serie como Veneno (Javier Calvo & Javier Ambrossi, 2020) construye una mirada retrospectiva hacia una realidad que, en otros tiempos y hasta hace muy poco, se consideraba por muchos únicamente desde el exotismo y la marginalidad o la intolerancia. Probablemente el mayor conflicto que existe sobre esto ocurre al abordar la experiencia de la infancia trans. Algo que por ejemplo en una cinta como Tomboy (Céline Sciamma, 2011) se afrontaba desde una ambivalencia deliberada, que pone sobre la mesa una idea que va más allá de lo concreto del género o la sexualidad: la identidad y el derecho de los niños a ser sin más, sin restricciones ni etiquetas que repriman quiénes son.
Y a partir de aquí es donde arranca el largometraje Petite fille (Sébastien Lifshitz, 2020). A través de la lucha de una familia francesa liderada por la madre de una niña de siete años llamada Sasha, la cámara del director sigue sus esfuerzos para que pueda expresarse cómo quiera hacia los demás con autenticidad en todos los ámbitos de su vida. Un derecho cercenado por la supuesta defensa desde posturas y valores profundamente reaccionarios de profesores y responsables del colegio donde estudia con la excusa del bienestar de la propia niña. Lifshitz acompaña a Sasha y a su madre en momentos de intimidad doméstica y en sus conversaciones. También mientras visitan a una psicóloga especializada, que les guía y ayuda en el camino contra la burocracia y la incomprensión del centro escolar o las consecuencias de la revelación de su identidad en el entorno de amistades y compañeros fuera y dentro de las aulas.
¿Qué supone para una niña trans tener que ocultar cómo se siente fuera de su familia? El dolor que provoca asumir quién es su hija y las dificultades añadidas que tendrá que superar para poder desarrollar una vida en la mayor plenitud posible no se elude. Muchos momentos se dedican a reflejar el duro proceso de aceptación por parte de la madre y su sentimiento de culpa. Pero el director, consciente de lo conmovedor y descarnado que resultan sus testimonios a cámara o los diálogos con su hija, deja de lado cualquier artificio más allá del acompañamiento puntual de una música que subraya de forma obvia instantes muy determinados en un dispositivo formal de extrema sencillez desde su mismo montaje y estructura lineal.
La estética de su imagen se ve definida por el uso de la cámara con steadicam y planos cerrados que se centran especialmente en los rostros, sostenidos sin cortes durante minutos para registrar una tensión emocional que atraviesa las vidas de la familia en sus charlas y silencios durante su cotidianidad. Y aquí es donde provoca sus mayores resonancias, desde lo más específico del silencio y la gestualidad de una niña pequeña que necesita ayuda para expresar con toda la complejidad de un adulto sus deseos o emociones, pero que sabe exactamente quién es y qué quiere ser. En las trampas y limitaciones del lenguaje, en unas niñas jugando o yendo a la playa, en el instinto protector de su hermana mayor y en unos padres comprensivos que hacen todo lo que pueden por enfrentarse a la sociedad por su hija sin más deseo que su felicidad, aquí es donde Petite fille alcanza una dimensión política que obliga —sin pretensiones de aleccionar— a cuestionarse cualquier idea preconcebida sobre un asunto que involucra a los más vulnerables, utilizando para ello el inmenso poder de generación de empatía del medio cinematográfico.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.