Empieza a ser una tradición empezar los textos del Americana recordando su valor anímico más allá de su siempre sugerente programación. Ocho años ya contemplan este festival y ninguno como este tiene una significación tan importante para los que amamos el cine. Si despedíamos la anterior edición con la sombra del COVID-19 en nuestras cabezas y una extraña sensación de fin de un modo de vivir el cine tal y como lo habíamos conocido, no es menos cierto que esta es la edición de la recuperación y la esperanza.
Si el Americana había sido siempre como un preludio primaveral esta edición es la de la recuperación, la de la fe en que el cine puede y merece ser salvado. Somos conscientes de que la situación sigue siendo cuando menos compleja, que la logística de la organización demanda exigencia, precaución y un alto grado de vigilancia, pero al mismo tiempo ofrece la recompensa de la supervivencia, de la resistencia solo por el hecho de seguir ahí y, ya de paso, de poder demostrar una vez más, que el público cinéfilo está a la altura de las exigencias que estos tiempos demandan.
Para ello, los directores del Americana, Xavier Lezcano y Josep Maria Machado, han diseñado un evento que sin duda sufrirá las restricciones sanitarias necesarias, pero al mismo tiempo han sabido ir un paso más allá, ampliando la experiencia al formato híbrido pudiendo acceder a parte de su programación vía online en Filmin. Por si fuera poco, el festival se expande hacia una experiencia multisede, pasando de ser solo en Barcelona a celebrarse también en Madrid en fechas posteriores.
Una decisión que, a priori, puede parecer arriesgada, pero que pone de manifiesto la apuesta por hacer que la «cultura es segura» deje de ser un «hashtag» reivindicativo y pase a ser una demostración palpable de dicha aseveración. Hechos y no palabras, he aquí el auténtico leitmotiv de esta octava edición.
En cuanto a la programación, sigue la tradicional estructura de otras ediciones con las secciones ya conocidas (Docs, Next, Tops y Cortos) con las sedes habituales y una ampliación de horarios por la franja matinal que busca sortear las limitaciones sanitarias vigentes. Una selección de películas que contará con una retrospectiva de una vieja conocida del Festival, Kelly Reichardt, en la que por desgracia no se podrá visionar su última obra, First Cow [trailer, reseña], a menos que salte la sorpresa.
No daremos una lista extensa de toda la programación, pero desde aquí apostamos muy fuertemente por la selección de documentales, por una joya vista en en el pasado Festival de Sitges como Black Bear [trailer, reseña] y el estreno en salas de una película imprescindible como Palm Springs. Por lo demás, títulos a descubrir y que iremos desgranando en Cine Maldito.
Así pues nos embarcamos una vez más en el Americana Film festival con ganas de compartir la experiencia cinematográfica pero también de volver a compartir las películas con amigos, compañeros y desconocidos que, paradójicamente, en la oscuridad de la sala, dejan de serlo para pasar a ser compañeros de un viaje que, estamos seguros, volverá a ser tan gratificante como siempre, sino más.