Tras los primeros minutos de visionado de Cazadores de brujas (gracias al pase online proporcionado por la distribuidora El Sur Films), alguien a mi lado dijo: «mira, no quiero más penas», y me dejó solo ante el primer largometraje del director serbio Raško Miljković. Es esa frase, contradicha por la sensación que transmite la película durante casi toda su duración, lo primero que no debe pensar cualquier espectador potencial con miedo a penas. Y es que, en este caso, al menos en un sentido de conjunto, no es la pena lo que prima, sino la imaginación de dos niños de 10 años hacia lugares luminosos… Bueno, luminosos hasta que hacen planes para cazar brujas, ejem.
De hecho, no parece casualidad que Cazadores de brujas comience su historia con una serie de engaños narrativos que parecen cambiar el tono en dirección a niños para pasar a adultos y volver a niños, etc. Al final, estamos ante una cinta sobre la amistad, la enfermedad —el protagonista sufre parálisis cerebral parcial— y algunas vicisitudes propias de la infancia y los principios de la adolescencia (como son el ‹bullying›, el divorcio de unos padres y cómo afrontarlo, o el deseo de ser diferentes y aceptados) con un tono en general ligero (salvo en la escena de las escaleras).
Pero empecemos por el principio, por la escena en la que un superhéroe enmascarado salva a un niño con gafas de una banda de matones y que resulta ser el sueño de un niño asociado a los temores de su escuela de primaria. Del sueño y los superpoderes, pasamos a conocer al Jovan despierto y de la vida cotidiana, donde en lugar de alejar a los malos de los buenos, su principal lucha es levantarse y caminar. A partir de ese momento, empezamos a conocer los dos mundos en los que vive Jovan, pero Miljković ya se ha anticipado a una posible reacción cruel por parte de la audiencia infantil, al haber presenciado cómo volaba y más tarde su desayuno en una familia estructurada.
Momentos después, los espectadores también conocemos a Milica: una chica nueva en clase a la que sientan a su lado. Desde este momento, dará inicio una nueva película sobre la amistad y el desafío que supone para un niño solitario, y con tendencia a llegar pronto a clase para que nadie le vea entrar, tener que convivir con una nueva presencia a la que observará durante los recreos a los que nunca bajará. El personaje de Milica podría funcionar, por lo que hemos visto, como su antítesis: ella es luchadora y atrevida, e inmediatamente se mete en una pelea con un matón de clase al que él evita. Esto dará pie a la construcción de una fuerte amistad entre ellos y la niña ayudará al niño a abrirse poco a poco al mundo, y él a su vez apoyará a su amiga en mitad del trance que vive tras la separación de sus padres.
Así, tanto el alter ego del superhéroe imaginario de Jovan, como el título con relación a las brujas no son sólo un reclamo para atraer a cierto tipo de público; son también el sueño de un superpoder frente a las limitaciones que enfrenta un niño con discapacidad: Jovan sueña con volar, pero también le gustaría poder jugar con sus compañeros o subir escaleras solo y sin ayuda. Algo similar también a la “bruja” que persigue Milica. A los ojos de la niña, un padre que se va con otra mujer no es su padre de verdad, al estar hechizado.
Porque creer en milagros o fantasías es para un niño tanto una forma de entender el mundo como una forma de aliviar el trauma de la realidad. Pero también puede ser una forma de prepararse para los dilemas de la madurez, para fortalecer amistades que sentarán las bases de nuestra personalidad y nos ayudarán a ganar autoestima, y eso es lo que Miljković está haciendo aquí, usando un poco de todo. La trama de Cazadores de brujas es, después de todo, algo sencillo dibujado sobre un colorido aspecto bajo el cual el director ofrece a sus espectadores jóvenes y adultos la posibilidad de identificarse con los personajes, sentir la empatía, la aceptación y la amistad.
Al final, Cazadores de brujas es una historia entrañable sobre este último, en primer lugar: es bueno hablar con alguien sobre los problemas, y cuando hay problemas, vale la pena acercarse a otra persona que pueda ayudarte de alguna manera positiva. Eso sí, todo lo relacionado con el plan, al menos visto con mis 33 años, y sobre todo viendo que nadie les dice que están haciendo algo de psicópatas, deja un poco “catacroker”.