El thriller coreano regresa a nuestra sesión doble con dos títulos que merece la pena tener en cuenta más allá de grandes autores: por un lado la No Mercy que dirigía en 2010 el cineasta Kim Hyeong-joon; y por otro la reciente ganadora del Tiger Award en IFFR, Nido de víboras de Kim Yonghoon, que finalmente llamaría la atención del gigante norteamericano Netflix para su estreno en la plataforma.
No Mercy (Kim Hyeong-joon)
El thriller coreano siempre suele prometer una buena dosis de impacto. La ya famosa subversión genérica adopta casi siempre formas chocantes de expresión en forma de giros imposibles en lo argumental y una profusión de elementos visuales no habituales para un espectador habituado a un cierto recato hollywoodiense. No Mercy de Kim Hyeong-joon sigue al pie de la letra estas premisas redundando, además, en el tema de la venganza, eje temático fundamental en el thriller coreano de la primera década de los dos miles.
La idea del director es, en este caso, ir un paso más allá de la habitual historia pasada que vuelve de caza implacable en el presente dotándola de dos elementos poco habituales. Por un lado, se intenta que la vibración emocional no dependa tanto del argumento per se sino de un estilo de filmación que se decanta sin complejos por lo espídico, por una cámara espasmódica que se mueve a ritmo de desencuadres, zooms y planos ultracortos. No es que estemos ante una versión a lo Michael Bay del asunto ya que el despliegue de piruetas formales no existe, pero sí que se trata dejar que la habitual poesía de la oscuridad (a lo Park Chan-wook, por poner un ejemplo) dé paso a un impacto más directo de la psique de los personajes en su traducción visual. Un recurso que resulta apreciable, aunque, en algunos momentos, se siente artificial e innecesario.
Por otro lado, tenemos, quizás, la auténtica novedad que ofrece No Mercy que no es otra que su despliegue explícito de lo truculento. Si bien el thriller coreano no puede ser acusado de pacato, su capacidad de generar experiencias al límite siempre se basa más en lo narrado que en lo que visualmente se ilustra. No Mercy, en cambio, prescinde de cualquier tentación de dejar las cosas fuera de plano y es profusa en lo gráfico en cuanto a sangre, violencia y sexo.
Superada la sorpresa cabe decir que posiblemente estos recursos funcionan como disfraces de un argumento no especialmente original, que lo fía todo a su giro final (especialmente cruento) y a una estructura en forma de juego de pistas que, como ya es habitual, acaban juntándose en un final donde no faltan los flashbacks ilustrativos, el discurso final para explicar las motivaciones del asesino de turno y los porqués de todo lo sucedido. Nada realmente fuera de lo habitual pero que funciona como un tiro en su cohesión narrativa y su (casi) ausencia de trampas de guion para llegar a su resolución final.
Si algo hay que poner en el debe del filme es el abuso del subrayado musical en los momentos de más dramatismo, fundamentalmente en el clímax final. Algo que, aún sabiendo que es algo cultural dentro del gusto coreano, no deja de ser un indicativo de cuando no se está muy seguro de si el impacto emocional de la trama será suficiente. En el caso que nos ocupa, resulta una lástima que la gran orquestra de fondo (ya ni con unos violines se conforman) acabe tapando algo tan complejo y doloroso como el desenlace de la película.
Está claro que No Mercy no estará en el podio de los mejores thrillers coreanos, quizás ni tan siquiera en el top 10, pero eso no es óbice para reivindicarlo como un producto bien pensado y novedosamente (en parte) ejecutado. Quizás no resulte del todo redondo en su propuesta pero garantiza un espectáculo superior al promedio así como una buena dosis de imágenes de difícil olvido y digestión. Sin duda un plato apetecible tanto para los fans del género como para los neófitos que se aventuren en él.
Escrito por Àlex P. Lascort
Nido de víboras (Kim Yonghoon)
Durante una escena de Nido de víboras, una mujer le cuenta a otra una anécdota sobre el tiburón tigre, cuya hembra lleva hasta 50 crías en su vientre. Durante el embarazo, los descendientes se devoran entre sí y solo nace uno de ellos, en teoría el más duro y fuerte de todos, pero también el más inteligente, bendecido con la mayor felicidad frente a los devorados. Esta parábola también describe muy bien la trama de la película del director coreano Kim Yonghoon. Aunque, en este caso, el instinto asesino lo despertará una bolsa llena de dinero.
Este objeto es prácticamente lo primero que se muestra a los espectadores, dejando claro que será el centro de toda la historia. Desconocemos quién ha metido la bolsa donde está, pero sí quién la va a encontrar: un trabajador de la sauna donde la han guardado. Este, en un intento de ser responsable y actuar con ética y moral, avisa sobre el saco y lo guarda en el almacén a la espera de que su dueño pregunte por él. Así, los primeros minutos del metraje muestran una inocencia que precede un esperado caos que se va presagiando poco a poco. Sobre todo, porque en un momento dado somos testigos de varias tramas e historias que aparentemente no tienen nada que ver con la bolsa, aunque siempre sepas que tienen que ver.
La historia, basada en la novela del japonés Keisuke Sone y dividida en varios capítulos, inicialmente parece ser una narración de churras y merinas. Cuenta con un policía torpe que siempre estará en el lugar correcto en el momento correcto. Conoceremos a un trabajador de aduanas que tiene problemas con un gánster local al que debe mucho dinero. Una esposa maltratada por su esposo cada noche, de la cual, por otra parte, se enamora una inmigrante china. ¿Qué tienen todas estas historias en común? Esta pregunta permanecerá sin respuesta durante mucho tiempo, aunque en la construcción se irán atando cabos.
En gran medida, sobre todo por el tipo de cine que le precede y al que imita, Nido de víboras está pidiéndole al público bastante paciencia y confianza. Para la mayoría de los pacientes confiados, el realizador coreano sabe qué y cómo contarles lo que va a pasar para que queden satisfechos. Con el tiempo, los elementos individuales comienzan a caer en los lugares correctos y la acción en sí avanza un poco más lento de lo esperado, pero de forma acertada. A partir de cierto momento, nos encontraremos en argumentos familiares, en espíritu y en guion, ya sea por el humor, el absurdo o lo macabro, a menudo en similares proporciones. De repente, resulta que estamos ante el típico entretenimiento de ficción coreano al que estamos acostumbrados desde hace más de 15 años. En este sentido, los fans de este cine agradecerán volver a ver a Jeong Woo-seong en un nuevo papel, aunque se aleje de los personajes que ha representado en otras cintas como A Moment to Remember o El bueno, el malo y el raro.
Nido de víboras, el primer largometraje de Kim Yonghoon, está hecha de clichés fácilmente reconocibles, pero que casi siempre funcionan si estás preparado para ver lo que te ofrece. Eso es lo que explica que aún siga siendo un producto fresco a su manera. Es un entretenimiento agradable para todos aquellos a los que les gustan los thriller, misterio y pequeños giros de guion con sus dosis de humor absurdo. Por ello, vale la pena recordar el nombre del director, se escriba como aparece en Filmaffinity o como aparece en IMDB (Kim Yong-hoon).
Escrito por Alberto Mulas