Chaco fija su enclave en 1934, en la llamada “Guerra del Chaco”, que enfrentó a Bolivia y Paraguay dentro de un conflicto que se ejecutó entre septiembre de 1932 y junio de 1935, con el objetivo de controlar la región del “Chaco Boreal”, siendo considerada la batalla armada más importante datada en América del Sur durante el Siglo XX. El cineasta boliviano Diego Mondaca se estrena en el largometraje con este acercamiento al conflicto poniendo el foco de atención a un grupo de soldados indígenas comandados por un pétreo capitán alemán, retirado del ejército de su país pero ahora convocado por la milicia boliviana, en la búsqueda del enemigo Paraguay. Proponiendo una inmersión a tumba abierta de las más duras escisiones físicas que genera la contienda, Chaco es el acercamiento al núcleo interno de la guerra con el objetivo de explorar todas las vicisitudes propias del enfrentamiento. Como una mirada apartada a las habituales aproximaciones bélicas que se proponen desde el séptimo arte, Mondaca ofrece aquí otro tipo de expresiones para ahondar en los infiernos de la guerra; con unos militares que buscan a un enemigo que nunca llega, se exprimen las consecuencias intra-personales más duras de las vivencias en el campo de batalla. No le es necesario mostrar tiroteos, violencia exacerbada o afligidas reflexiones dramáticas de lo que allí acontece, sino que plasma una mirada inmediata a los sufrimientos individuales e íntimos a lo indeterminado de sus misiones. Una exploración de ciertos horrores en un hermetismo temporal interminable, donde las reacciones físicas ante la situación crean un nocivo status personal a cada uno de los intervinientes.
El enclave queda instalado en los yermos frondosos de la selva, con una puesta en escena que permite conjugar su indagación dramática con unas directrices propias del documental; mirada certera a cada una de las almas, perdidas entre el sinsentido de la guerra, que se fusionan con un aluvión atmosférico desgranado con la incisiva descripción de un terreno de terroríficas características: desérticos parajes en unas adversas propiedades del terreno, falta de hidratación y alimento, calor inhumano… Un detonante este con el que estallan los sentimientos de absoluta desesperación por parte de los soldados protagonistas, a medida que progresivamente se van exteriorizando sus miedos y unas cada vez más damnificadas condiciones físicas. El tono de Chaco, bordeando lo espectral en sus momentos de mayor carga escénica, dibuja un escenario dantesco en el que afloran los miedos y los verdaderos contrincantes, en forma de unas aciagas consecuencias corpóreas y emocionales de una batalla retratada con el realismo que pudiera deducirse de las secuelas emocionales más realistas.
Mondaca ha afirmado que para la escritura de su guion se basó en la tradición oral que existe en Bolivia, y más concretamente la recibida de su círculo íntimo (su abuelo fue combatiente en la Guerra del Chaco), para elaborar las directrices de su historia. El componente de degradación humana es sin duda el elemento más atrayente de su visión de la guerra, aunque en lo formal se crea una simbiosis que realza aún más intenciones: recreaciones visuales saturadas, de cromática fogosa, que infringen un poderío visual al sufrimiento y que van más allá de lo pesadillesco; tras una evolución argumental paulatina, es en estos episodios donde la obra aflora por la cacofonía audiovisual, desde la que los llantos de la guerra se fusionan con la propia resonancia auditiva de la naturaleza. Como autor, Mondaca deja claro su discurso penetrante, que aboga por ahondar esos terrores del conflicto armado habitualmente ignorados salvo por los propios intervinientes, y que los libros de historia ignoran en su veneración por trazar líneas divisorias entre vencedores y vencidos. El maniqueísmo del poder (del que son objetivo sus protagonistas) crea unas víctimas inmersas en un conflicto que ni llegan comprender, desorientadas en una pugna aquí sin enemigos físicos; es ahí donde Chaco, escapando de los territorios comunes de este tipo de relatos, aflora su denuncia de la barbarie, mostrándonos sus consecuencias más llanas y evidentes.