Ha pasado casi una década desde que estallara, allá por un ya lejano 2011, el conflicto armado sirio alentado por ese utópico movimiento denominado La Primavera Árabe, que con el tiempo se ha alzado como una corriente que de primavera tenía más bien poco. Un conflicto aún vigente y con pocos visos de resolverse, pues a medida que pasan los meses los actores en escena son cada vez mayores y más cruentos, enquistando aún más si cabe un muy lejano armisticio.
Son varias las propuestas documentales y de ficción que han surgido al amparo de este desastre absoluto, siendo quizás la más reconocida el documental Los últimos hombres de Alepo, ciudad símbolo del alzamiento y caída de la revolución. Hasta que el año pasado se estrenó otro documental titulado Para Sama, producto que ha tenido un recorrido muy fructífero a lo largo del circuito de premios del pasado año, convirtiéndose de este modo en la pieza más galardonada y aclamada fundada en los alrededores de la guerra siria.
Este fin de semana llega a nuestras pantallas esta impactante obra, forjada a través de las imágenes, memorias y recuerdos de su directora y protagonista, la periodista refugiada siria Waad al-Kateab, quien con el apoyo del cineasta Edward Watts sacó adelante una película dura, arrebatadora y autobiográfica, pues la misma se cimenta a través de la narración en voz en off de la vida de la directora y su familia, con el telón de fondo del levantamiento popular rebelde focalizado en la ciudad de Alepo contra el Régimen de Bashar al-Ásad, reseñando en paralelo su día a día a través de su matrimonio con un reputado y joven médico simpatizante del bando rebelde del conflicto de cuyo amor nació la pequeña Sama que da título al film.
La película transcurre como una especie de misiva escrita en imágenes y palabras por Waad al-Kateab dirigida a Sama, haciendo partícipe al espectador de la cruda realidad que padeció el matrimonio al-Kateab pasando de ser dos jóvenes idealistas que creían que la revolución iba a traer la libertad y esplendor que anhelaba la juventud siria a convertirse en dos expatriados que tuvieron que huir de su país tras la derrota rebelde a manos del régimen sirio en la ciudad de Alepo.
Para ello Waad al-Kateab se sirve de una serie de imágenes documentales grabadas con su cámara que plasman los horrores de la guerra y sus consecuencias en primera persona, convirtiendo de este modo al espectador en testigo de las barbaridades, atrocidades y crímenes cometidos por una de las partes del conflicto. No se impondrá ningún tipo de censura. Así veremos cuerpos mutilados, fosas comunes repletas de cadáveres ajusticiados de un tiro en la cabeza, bombardeos indiscriminados que hacen saltar por los aires hospitales, residencias y mercados en compañía de cuerpos despedazados. También observaremos una de las escenas más desgarradoras del film, la de un niño recién nacido obligado a salir del útero materno por cesárea que nacerá muerto, pero que por la acción de reanimación magistral de un galeno logrará respirar y llegar con vida a este inhóspito mundo.
Todas estas escenas grabadas en primer plano, muy de cerca, por la cámara de Waad al-Kateab, siendo uno de los puntos fuertes del film el magnífico montaje de estas imágenes deslavazadas en el espacio y tiempo, para concretar un compendio muy compensado y compacto que guarda una inquietante continuidad, como si todo lo observado hubiera pasado sin elipsis ni grandes saltos temporales, construida mediante un inicio, nudo y desenlace que muy bien podría haberse cincelado en una obra de ficción.
Pero la historia planteada tiene dos caras. Una positiva y otra no tanto. La positiva es sin duda no dejar caer en el olvido el sangriento conflicto sirio, lanzando una voz de alarma al mundo de que la guerra sigue y que las atrocidades expuestas en la película están muy vigentes. La negativa es la parcialidad que se siente en la narración, ya que solo se muestra una de las caras de los contendientes, demonizando a las fuerzas rusas y oficialistas como si fueran los culpables de todos los males derivados de la guerra. Se observa nula capacidad autocrítica contra los llamados Rebeldes sirios, una amalgama de movimientos que si bien es cierto nació como un movimiento civil que reclamaba más libertad y apertura por parte de un Régimen de signo dictatorial, no es menos cierto que sufrió una metástasis en manos de grupos yihadistas ligados al Estado Islámico y Al Qaeda que fueron los que finalmente lideraron los choques contra el Régimen, masacrando igualmente a parte de esos jóvenes idealistas que se levantaron contra al-Ásad.
Por tanto la película desprende cierto olor a propaganda que no le sienta nada bien en mi opinión, demonizando al ejército ruso y sirio (también por tanto, aunque no se menciona, al movimiento armado chiita Hezbolá) sin mostrar las atrocidades también cometidas contra estos por parte de simpatizantes de la causa rebelde (llámese Al Qaeda, Estado Islámico, diversos movimientos yihadistas internacionales como los chinos uigures o tayikos, EEUU, Turquía y buena parte del mundo occidental que también fueron culpables de la destrucción y fagocitación de las originarias reclamaciones rebeldes).
No obstante, a pesar de los defectos comentados, Para Sama se alza como una de las películas documentales más impactantes y desgarradoras que el que escribe tiene a bien recordar, siendo igualmente una obra muy amena y bien contada, erigida con una estructura puramente cinematográfica a partir de los retales captados por la cámara de la directora como documentos que dieran fe de la crueldad y martirio sufrido por la población de Alepo sin pensar que servirían de base a una de las grandes películas de 2019.
Por ello, siempre es una excepcional noticia que documentos de tanta calidad e interés sigan llegando a nuestras salas para hacernos conscientes de que el mundo se está convirtiendo, si no ponemos pronto remedio a ello, en un lugar cada vez más inhóspito e inhumano, donde es más fácil contemplar destrucción y caos que esperanza y sosiego.
Todo modo de amor al cine.