Las películas que tienen como su tema principal las despedidas de soltero encajan, generalmente, en la corriente cómica o picaresca. Es algo usual que este tipo de historias sean utilizadas para divertir a los públicos por los excesos que permite mostrar.
Pero no siempre ha sido así. Hay films que son la excepción por su profundo contenido dramático y nada cómico, y un ejemplo de esto es la producción estadounidense de 1957 The Bachelor Party.
En 1955, el director Delbert Mann y el guionista Paddy Chayefsky, apoyados por la productora de la que era socio Burt Lancaster, sorprendieron al mundo cinematográfico al lograr que su película Marty alcanzara 8 nominaciones al Oscar ganando 4 de los principales premios en las categorías de: película, dirección, guión y actor principal (lo ganó Ernest Borgnine).
Era una película muy sencilla, alejada de la espectacularidad de las producciones hollywoodienses, pero tenía como fortaleza el contar una historia de relaciones personales con la cual el espectador se sentía identificado. Básicamente, abordaba el problema social y familiar que enfrentaba un ciudadano común y corriente por el hecho de llegar a los 40 años de edad y no haber podido encontrar una novia.
Dos años más tarde, Mann, Chayefsky y Lancaster se unen otra vez para crear The Bachelor Party, otra sencilla y gran película, aunque esta vez no sería reconocida con premios de la Academia, pero sí fue considerada como las mejores películas de 1957 e incluso fue nominada a la Palma de Oro en Cannes.
Cuenta la vida conyugal de una pareja muy joven. El esposo, quien además de trabajar estudia por las noches en la universidad, ha recibido la noticia de que su mujer está embarazada y la noticia no es de su agrado porque cree que un hijo interrumpirá sus aspiraciones. Decide asistir a la despedida de soltero de uno de sus compañeros de oficina para tener un momento que le haga olvidar el estrés que está pasando. No es el único, los otros cuatro compañeros que asisten a esta reunión de hombres también quieren superar algunos malestares que viven o sienten.
Es así como la noche de la “despedida de soltero” se convierte en un hecho tenso, en donde la diversión es fugaz. El grupo tratará de cumplir todos los ritos de la afamada celebración: beber mucho licor, compartir regalos graciosos, ver películas pornográficas, asistir a un show de un club nocturno y buscar una chica para que divierta al novio.
Pero todos estos acontecimientos no harán más que salgan a flote algunos problemas u obsesiones de los esposos que han salido a “divertirse”, incluso el propio novio descubre que no quiere casarse, que está bien viviendo con su madre y que teme- estar con su próxima esposa porque nunca antes ha estado con una mujer.
La película de Mann se sumerge así en una situación que raya el drama psicológico. Cada uno de los personajes saca sus tormentos internos en la cita nocturna. Uno de ellos se da cuenta que está viejo y que no tiene más aspiraciones; otro se resigna a seguir su rutina familiar cuidando a los hijos y llegando pronto a casa, aunque eso no lo haga feliz; otro se revelará a sí mismo y querrá conseguir una aventura pasajera; otro querrá visitar todos los bares posibles hasta el amanecer porque nadie le espera.
Lo llamativo del film radica en la contraposición de personalidades y de los problemas que aquejan a cada individuo, los mismos que no pueden ser solucionados ni olvidados en una noche de farra.
El poderoso guión de Paddy Chayefsky sostiene el interés permanente de la historia. Los diálogos poseen la cualidad de revelar sentimientos que se mantienen ocultos y que son los que conllevan a los momentos más dramáticos de la cinta.
Las “reglas sociales” marcan la vida de las personas, parece ser el mensaje en las películas de Delbert Mann. Si en Marty se describió la infelicidad por estar solo y quedarse soltero, en The Bachelor Party, en cambio, se destacan los problemas emocionales de casarse joven.
La pasión está también en el cine.