A estas alturas cualquier locura que nos plantee Quentin Dupieux ya no supone ninguna sorpresa. O quizás sí, quizás lo que en apariencia es extrañamiento, absurdo y locura no deja de ser sencillamente un prisma diferente de observar la realidad. Quizás el quid de la cuestión es si vivimos en la misma onda vibratoria de lo real que Quentin o, como mínimo, si sintonizamos con ella.
Ya en Le daim, su anterior film, veíamos a un director cuyas imágenes trascendían la mera broma metacinematográfica para hablarnos de otros asuntos más relacionados con la realidad. Consumismo, egocentrismo y soledad pasados por el habitual tamiz de una premisa tan loca como en cierto modo subversiva. Sin olvidar que, más allá del comentario jocoso sobre cine, la forma adoptada ya era una visión ‹sui generis› de Hitchcock, el ‹giallo› e incluso el ‹slasher›.
Mandibules sigue en esta línea que podríamos llamar de depuración estilística o si se prefiere, de madurez artística (acompañada también, para qué negarlo, de un mayor presupuesto). Sin embargo Dupieux opta esta vez por irse hacia el mundo de las ‹buddy movies›, reclutando a un par de personajes de dudosa inteligencia que bien podrían salir de los mundos de los Hermanos Farrelly pero que también, dado el mensaje final del film, no desentonarían en una comedia humanista de Frank Capra por su innegable ternura.
Ciertamente Mandibules recurre a un particular gancho que es detonante de toda la acción posterior, un ‹macguffin› tan impactante como absurdo en forma de mosca gigante llamada Dominique. A partir de esta presencia todas la situaciones girarán en torno a la idea de domesticarla para poder cometer robos a distancia. Es en este momento en el que Dupieux teje toda una trama donde las situaciones se suceden sin una continuidad aparente que no sea el fracaso continuo de sus protagonistas en cualesquiera que sean sus intenciones.
Aparentemente no hay un subtexto evidente en el film, sin embargo, bajo esta apariencia de comedia absurda, hay un traslado hacia una óptica más vitalista y optimista. Más aún, lo que nos transmite es una apología del viaje, del proceso. No importa tanto el resultado como lo que haces para llegar a él, sobre todo, y aquí está el tema importante del film, si lo haces en la compañía adecuada. Y es que, finalmente, Mandibules es una película que versa sobre la belleza de la amistad, de la solidaridad, del compañerismo. Casi una suerte de ‹bro movie› que es toda una celebración de la amistad con mayúsculas, como forma más pura de relacionarse.
De esta manera el último film de Quentin Dupieux pude considerarse el más prístino en cuanto intenciones y sobresaliente en cuanto resultados. Un film que brilla en su optimista visión del sentido de la vida sin perder ni un ápice de las características habituales de su filmografía. Nada mejor en estos tiempos oscuros que un hálito de vitalidad, y si puede ser como Mandibules, apelando al divertimento absurdo y no al mensaje empalagoso de Mr. Wonderful mucho mejor.