En este período actual de creación prolífica de Terrence Malick, la conexión estilística y temática de las obras más recientes de su filmografía resulta más evidente que nunca. En el caso de Song to Song (2017) el vínculo con Knight of Cups (2015) se amplia a ser rodada al mismo tiempo y a contar con intérpretes que aparecen en ellas como parte de sus extensos repartos y su naturaleza de relato coral. La cinta protagonizada por Rooney Mara (Faye), Ryan Gosling (BV), Michael Fassbender (Cook) y Natalie Portman (Rhonda) supone un acercamiento a las imágenes más calmado y emocional. Deja a un lado sus querencias por desbordar al espectador con impactos visuales, cargas discursivas simbólicas y una atmósfera sonora alienante —como la vida del personaje de Christian Bale en aquella— para dar paso a un dispositivo formal mucho más delicado, que pretende capturar la intimidad y las sutilezas de los vínculos de sus personajes. Faye es una guitarrista que busca el éxito y que forma un triángulo pasional con BV y el productor con el que trabajan ambos. Mientras se enamora incondicionalmente de BV, sus ambiciones profesionales, pero también sus anhelos de experiencias y de satisfacer sus deseos, la llevan a mantener un ‹affaire› secreto con Cook.
La fórmula del montaje para la construcción de su estructura narrativa fragmentada es ya conocida. Hay distintos narradores que van enfrentando sus puntos de vista según toman su lugar en la historia, subrayando diálogos y enfrentándose a situaciones a través de su voces internas, ajenas a la acción, como instrumentos de reflexión que imponen a sus escenas un extraño sentido de instantes rememorados, de un presente continuo que se escapa al propio sentido del tiempo de sus personajes. La música en esta ocasión es una serie interminable de piezas clásicas y modernas de distintos géneros, grupos y cantantes —entre los que pueden encontrarse Die Antwoord, Patti Smith, Bob Dylan o The Stooges— que sirven de transición fluida entre sus secuencias, de ambientación de sus peripecias de gira, que amplifican de forma delicada el tono cuando es necesario, buscando mucho más acompañar y dar una idea de progresión y para concretar el estado interno de ellos. Song to Song medita sobre la variada naturaleza de las relaciones y sus normas, de cómo se crean sobre la marcha de forma única entre los individuos que las forman y pasan de una fase a otra sin fronteras ni aviso previo.
Sigue aquí el uso de los grandes angulares y de una cámara que acompaña a los actores muy de cerca. Algo que ayuda a capturar su complicidad y gestos —todos los detalles de sus expresiones físicas— minuciosamente y permite una inmersión absoluta. La utilización de los primeros planos trastoca en muchas ocasiones la perspectiva del narrador. Mientras en Knight of Cups se usaban sistemáticamente para mostrar las reacciones ante el entorno y los demás de Bale, en esta la mirada del director se mimetiza en muchas ocasiones con un plano subjetivo de otro personaje sobre quien comparte sus pensamientos. Las traiciones tanto a los demás como a uno mismo, las contradicciones del personaje de Rooney Mara sobre el sexo, el amor y sus aspiraciones sirven para dar una idea de los distintos tipos de atracción, de las consecuencias de las relaciones creadas a partir de jerarquías de poder asimétricas en un largo trayecto que le permite aprender el valor de la entrega desinteresada frente a Cook: alguien que usa su estatus para obtener lo que desea sin ningún tipo de miramiento al considerar a los demás como meros medios de su satisfacción personal, que no valora las consecuencias de llevarlos al límite físico y afectivo. Desde lo terrenal Song to Song muestra la búsqueda de la trascendencia entre los seres humanos a través del amor, algo que Malick considera tan espiritual y mágico como la fe y que nos permite encontrar sentido y a nosotros mismos en el otro.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.