The Silencing es el típico caso de película donde uno puede ver más allá del metraje para constatar que hay un trabajo muy bueno detrás de lo que podemos ver. Por desgracia eso implica que, aun conteniendo momentos y detalles de interés relativo, estamos ante un film que nunca acaba de dar todo el potencial insinuado en cada una de sus múltiples facetas.
Quizás ahí radica el problema del film de Robin Pront, que aunque se se postula como un thriller rural con todos los elementos propios del género, a saber, parajes desolados y solitarios, personajes torturados por su pasado y secretos que, cómo no, saldrán a la luz más pronto que tarde, no consiguen crear los cimientos adecuados para compactarla. Una película que podría jugar fácilmente en la liga de otras producciones como la excelente Wind River, pero sin ningún tipo de personalidad, cayendo en un desfile interminable de lugares comunes que, lejos de facilitar la inmersión en la trama, anulan cualquier implicación e interés por ella.
Es evidente que Pront toca alguna tecla de forma acertada, especialmente en un arranque de film que sienta las bases de una inquietud atmosférica que promete grandes cosas. Sin embargo, la sensación es que en su desarrollo se abren demasiados frentes, demasiadas ideas dispersas que no acaban de cuajar. Traumas psicológicos, toques de caza humana, retrato social de grupos abandonados y algún que otro giro de guion que da la impresión de tener más que ver con una búsqueda improvisada de impacto que no de una planificación previa.
Todo ello convierte al film en un batiburrillo de géneros y tonos, de ideas dispersas y digresiones argumentales que la transforman en algo así como un desastre narrativo para un relato esencialmente aburrido. Este desconcierto tonal y argumental no ayuda tampoco en lo que se refiere a una dirección de actores que parecen igualmente perdidos y un punto desganados.
The Silencing es, de alguna manera, la constatación de que a veces no basta con una buena idea y disponer de los elementos precisos para ejecutarla sino que depende de un punto de precisión que Pront demuestra no tener. Lo mínimo que se podría pedir a un producto de esta índole es una apuesta o bien por el riesgo formal, por transitar por senderos más oscuros e introspectivos o por una convencionalidad más estricta pero dinámica jugando a la acción pura y dura pero en su lugar, como decíamos anteriormente, acaba siendo una obra que lo quiere abarcar todo (flirteando incluso con el drama personal) sin concretar en nada en absoluto.
En definitiva, The Silencing podría ser una película rescatable en momentos puntuales, como si fueran pequeños clips funcionales y efectivos pero que, a la hora de la verdad no consiguen ensamblarse de manera óptima. Y no, no se trata de un problema de montaje sino de planificación, de saber el qué y el cómo ejecutarlo. Una pequeña decepción, sobre todo si tenemos en cuenta su interesante premisa y su deslavazado e inane desarrollo.