Está allí, abajo y en una esquina si nos guiamos por un Mapamundi en dos dimensiones, dicen que lleno de animales exóticos y milenarios que todavía están por descubrir, con cientos de kilómetros inhabitables, unas zonas espesas, otras áridas, llenas de hijos con ascendencia local o inglesa —ya sabemos todos de los colonos y su estilo único para atrasar allí donde pisaban tierra— que saben redefinir sus orígenes hasta convertirlos en algo casual y especial a un mismo tiempo. Es Australia, madre del ‹ozploitation›, que nos está descubriendo en los últimos años un gusto refinado por la nueva autoría, toda una generación de realizadores arriesgados y con estilo propio que no dejan de sorprendernos a partir de pequeñas e inspiradas piezas.
Hay que destacar lo ‹aussie› porque, ya sea casualidad o exceso de material, llevamos varias semanas en las que, entre lo más destacado que encontramos en los estrenos de cine hay películas australianas, y por afinar la búsqueda, ya son dos las semanas en las que directoras noveles de la zona nos descubren su universo interno a partir de sus primeros largos.
Y así llegamos hasta Mirrah Foulkes, mitad actriz, mitad directora, relacionada con el colectivo ‹aussie› Blue-Tongue Films —única mujer en realidad—, donde también participan los hermanos Nash y Joel Edgerton y su marido David Michôd, para los que ha trabajado como actriz en diversas ocasiones. Foulkes lleva varios años danzando a ambos lados de la cámara, y ya cuenta con varios cortometrajes a sus espaldas en los que va definiendo su gusto por los personajes femeninos de fuerte carácter y la fabulación en las historias que desea narrar.
Aunque sus cortos tienen ese aire realista que centra la imagen y diluye el pensamiento hacia esos mensajes idealistas, su primera película rompe un poco con esa tónica y nos lleva directamente a un mundo de cuento en el que es la realidad quien irrumpe para mostrar su mensaje. Judy & Punch coge un viejo teatrillo de marionetas y lo revive entre colores poderosos y actuaciones sobrepasadas para hacer de la vida un cuento y de la venganza una seña de identidad, de decir «aquí estoy yo, tengo voz propia y libertad de decisión».
Si revisamos algunos de sus cortos, no evitaremos comparar esa voz que decide posicionarse, dejarse ver y decidir por sí misma, aunque los resultados nunca sean lo que una pueda esperar por su desarrollo. La sorpresa siempre es un factor al que darle la bienvenida. Y con mujeres con voz propia —y enseñanza estipulada—, podríamos citar a la protagonista de Florence Has Left the Building, que multiplica su fuerza por encima de la desidia de una vida larga y unos cuantos clichés, pero es quizá lo abrupto de Trespass lo que más me ha sorprendido.
Trespass no implica mucha carne en el asador pero sí da cabida a compartir pensamientos recíprocos con la protagonista para lanzarnos directamente contra la pared del equívoco: las magníficas conclusiones precipitadas. Es sencillo pero con un regusto magnífico en su final. Simplemente seguimos a una mujer con su perro —vale, es fácil dejarse llevar por la alegría de un perro entrometido y juguetón, pero para eso nos lo han puesto en pantalla— en su paseo diario por un frondoso y espectacular bosque verde y húmedo. Una mujer observadora que se ve abocada a precipitarse ante un encuentro fortuito y un tanto extraño. Aprovechándose de esa máxima en la que casi nunca nada es lo que parece, Mirrah Foulkes nos describe un espacio, unos personajes y una trama, nos vincula irremediablemente con el pensamiento único de uno de ellos y nos sorprende con su resultado y el virulento mensaje final, que desencajado, podría llevarnos incluso a la diversión.
El bosque conecta Trespass con su primer largometraje, ambos esconden mujeres, ambos nos llevan a una revelación, como si la naturaleza fuese el abrigo materno definitivo, dispuesto siempre a sorprendernos, un empleo del espacio como un personaje más. Puede que con Judy & Punch se haya lanzado a un camino mucho más visual y con una historia en la que podemos reconocer durante su avance el lugar a donde quiere ir, uno inclusivo y libertador del yugo del hombre y el orden establecido a través de títeres y cuentos premonitorios, pero sin duda la forma en la que Foulkes expresa sus historias demuestra que la directora, guionista y también actriz está dispuesta a utilizar su voz para narrar con soltura sus fábulas subversivas, manteniendo un diálogo permanente con el espectador.