Un grupo de intérpretes reconocidos del audiovisual escandinavo componen el reparto de X & Y, entre los que se encuentran Sofie Gråbøl, Jens Albinus, Vera Vitali, Thure Lindhardt, Shanti Roney y Trine Dyrholm. Sin contar a la verdadera estrella del film: su directora Anna Odell, que protagoniza la cinta junto al icónico actor sueco Mikael Persbrandt. Los actores y actrices son aquí una parte fundamental de la propuesta metacinematográfica de la cineasta, cuya faceta como artista conceptual se integra en una mirada crítica sobre la creación fílmica y su relación tanto con el ego autoral como con la vida íntima de quienes participan de ella. Interpretándose a si mismos, la premisa del largometraje es la preparación de una supuesta película por parte de Odell, para lo que recluye a un grupo de actores en sets mínimos dentro de un estudio para su convivencia durante semanas. Los ejercicios, el trabajo interpersonal y los juegos buscan dejar interactuar a distintas caras de las personalidades de Persbrandt y Odell, a las que dan vida el resto después de una primera entrevista en la que, de manera sucinta, se exponen los rasgos fundamentales del comportamiento de ambos.
El conflicto entre los secundarios por las ideas contrapuestas de entender su aproximación al personaje que les toca y a la improvisación constante que les exige, la presión por llegar a un objetivo que no está definido y el incumplimiento constante del avance en el guion por parte de Odell se constituyen desde una perspectiva ‹brechtiana› del relato, que empieza por los mismos escenarios desnudos en los que transcurre la acción. Este distanciamiento en el dispositivo narrativo a través del entorno y de exponer los mecanismos de la ficción dentro de la misma se pretende que funcione como medio para profundizar en la psicología de sus personajes, pero sólo lo recarga innecesariamente. Las ideas absolutamente grotescas de la directora ficcionada, que es capaz de transgredir cualquier límite ético por el arte —incluyendo tener un hijo dentro de la producción del filme, un “hijo del arte”—, proporcionan una autoconsciencia de carácter irónico pero marcadamente ambivalente en sus intenciones, que provee a muchos momentos de una comicidad buscada pero también involuntaria por la incomodidad que suscita en el espectador. La película señala así los delirios de los autoproclamados artistas, incomprendidos, que subordinan cualquier prioridad a sus necesidades para completar su obra sacrificando todo y a todos por el camino.
Toda esta configuración tan aparatosa sirve finalmente para una descripción más bien superficial de los personajes principales. La idea visual de la fragmentación de distintos aspectos de su conducta apenas deja entrever un puñado de clichés de los actores con un pasado y un tratamiento supuestamente problemáticos. Las adicciones, los problemas familiares y personales… no dejan de ser en ningún momento elementos que se perciben como genéricos e intercambiables. Tampoco la exploración de las distintos perfiles de ellos a través de sus ‹alter ego› va más allá de instrumentalizarlos a su antojo durante las secuencias en las que intervienen. No aportan tampoco información adicional ni añaden un subtexto a los originales que les de una mayor complejidad y se les trata como agentes superfluos, alivios humorísticos o meros catalizadores del drama sin apenas entidad propia. La proyección autorreflexiva de la directora sobre su propia persona vinculada con el arte y el cine queda así sepultada por lo abigarrado de su elaboración. El exceso en su estructura, concepto y capas parece entrar además en directa contradicción con el uso de la cámara en mano y una escenografía austera despojada de cualquier elemento no esencial, que descubren la habilidad de Odell para la observación de los individuos aislados de los demás, pero que sufre de enormes carencias al intentar analizar el comportamiento humano en su dimensión social. Como sucede, por ejemplo, con su torpeza —que alcanza el ridículo— en el tratamiento de las dinámicas de poder entre hombres y mujeres en el sexo.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.