Cat Soup es la segunda adaptación de Nekojiru Udon, un manga de un sadismo y nihilismo característicos que ya se vieron reflejados de una manera más exacta en la serie televisiva Nekojiru Gekijo, más centrada en la comedia bruta e irreverente del original. La versión que nos ocupa es sin embargo una lectura libre, un viaje filosófico, alucinatorio e introspectivo a través de los mismos personajes que encuentra su propio tono sin dejar de reflejar los aspectos más irónicos y perturbadores de la obra.
Éste es, desde luego, un anime extraño y elusivo. Su argumento, incluso simplificado al máximo, es confuso y perturbador: un gatito llamado Nyakko que recorre el mundo junto con Nyatta, su hermana medio muerta, tratando de recuperar la mitad de su alma que le fue arrebatada. Pero en este mediometraje nada es exactamente como se presenta, y su narración surrealista está llena de simbolismos y vías de interpretación. Dirigido por Tatsuo Satō, este trabajo se atribuye con frecuencia a Masaaki Yuasa, debido a los parecidos estilísticos y temáticos con el resto de su obra y muy especialmente con Mind Game. Con todo, su labor como guionista y animador en el proyecto es sin duda clave y puede considerarse como perteneciente a su universo creativo aunque no adquiere el rol de director en esta ocasión.
El mensaje principal en el que se vertebra toda la película es la relación entre la vida y la muerte. La fragilidad e intrascendencia de la primera, la aceptación e inevitabilidad de la segunda y el puente que une a ambas, físico y espiritual. El viaje de Nyako y Nyatta puede entenderse en ese sentido como un recorrido por ese espacio de transición, por esa suerte de purgatorio que conduce finalmente a entender y aceptar que la vida ha llegado a su fin. Al principio del filme, Nyako se cae dentro de la bañera y parece ahogarse. Al final de este, la familia que tanto le ha costado reunir en la mesa de nuevo desaparece sin más, dando a entender que esta aventura no solamente consistió en recuperar a su hermana, sino en comprenderse a sí mismo y lo que le sucedió.
Por si esta interpretación amarga y perturbadora no fuera suficiente, Cat Soup está repleta de crueldad y sadismo. La apariencia inocentona del gatito protagonista contrasta con su fascinación viendo a un pájaro arder hasta su muerte, destripando a su “amigo” cerdo hasta dejarlo vacío y moliéndole a palos para rematarlo. Todo es bien gratuito y amoral en este sentido, creando escenas muy gráficas. Y aunque el impacto visual se reduce por la sencillez del trazo, el trasfondo de las mismas golpea con toda la fuerza. La violencia extrema se inserta con total naturalidad en la forma de ser de sus personajes y esto es si cabe más turbio porque la película no llama la atención sobre estos momentos sino que los presenta con la misma inocuidad con la que los viven Nyako y Nyatta. Simplemente es su forma de ser y contrasta con su fuerte vínculo familiar, como si no considerasen al resto de seres vivos como merecedores de su compasión.
Con estos elementos narrativos y creando en el camino un mundo fantástico sin reglas aparentes, regido por una suerte de Dios caprichoso y arbitrario que lo mismo seca la Tierra que provoca un reseteo temporal, la cinta juega además con las perspectivas y la animación, con formas y tamaños irreales y maleables, escenarios que cambian por completo en una simple transición y un apoyo casi exclusivo en el lenguaje visual para narrar la historia (los pocos diálogos aparecen en forma de bocadillos). De este modo Cat Soup se convierte en una experiencia única e inabarcable, que sigue fascinando por su imaginación y por el horror existencial que esconde su apariencia ingenua, transformada en una obra de merecido culto y en uno de los ejemplos más reconocibles de la rama más radical, contracultural, satírica y surrealista de la animación japonesa.