Rebauticemos a Craig Zobel como el señor de los excesos. Y disfrutemos de ello. Es solo cuestión de observar sus extremos para darse cuenta de ello. ¿Quién no sigue impactado con la salvajada titulada Compliance? Esa película que comenzaba como lo que parecía un simple día de trabajo y se iba transformando en una pesadilla social sobre cómo pisotear cabezas —y de paso nuestra delicada conciencia— en un entorno laboral ya de por sí precario, infeliz y con escaso futuro, por una simple llamada telefónica.
Ese ‹crescendo› estudiado y verdaderamente complaciente —en el sentido más doloroso posible— de Compliance se reinventa en The Hunt, su última película, donde todo es explosivo y divertido con esa misma base de infierno en vida que la sociedad se atreve siempre a mantener en su día a día. Claro, tengamos en cuenta que lo excesivo es su marca personal, y Zobel se ventila toda la acción imaginable en dos concatenantes y extremas escenas iniciales que nos ambienta con suma facilidad y poca elegancia en un estado de felicidad brutal: el del ensañamiento de los otros. Ya se sabe que la porno-violencia también es pan y circo.
The Hunt va de eso, personas cazando personas, iguales aniquilando a otros porque sí —al menos en apariencia, que a Zobel le gustan las “vueltitas”—, y es básicamente lo que nos ofrece en esa primera parte especialmente intensa que coloca al espectador en un disparadero que te hace pensar si va a ser capaz de mantener. Pero The Hunt se recicla, se pasa a personalizar a la ‹action girl› para hacernos olvidar la figura de las ‹final girls›, porque ese animalito intrigante y pausado nos va a dar muy buenos momentos todavía. Betty Gilpin se entrega a todo contratiempo sin perder en exceso la compostura, revirtiendo todos esos tics que siempre hacen especiales a los personajes masculinos que campan a sus anchas por el cine, buscando con ahínco la energía sideral que había perdido de repente la película con total intencionalidad.
Así se pasa del film al producto, una fagocitaria película que ver por puro entretenimiento y desfogue de tensiones ajenas, para fanáticos de la barbaridad y expertos en dobles sentidos primarios, que nos invita a pensar en el terror, en la revulsiva respuesta de los atacados y de paso, reírse de una poco fina pero muy aguda visión de los “ofendiditos” a tiempo completo. ¿Y no es eso lo que buscamos en estas películas? Porque he de reconocer que personalmente disfruté con cada escena, giro y recurso fácil que se le ocurriese a Zobel meter para llamar la atención, un director que no necesita fanatismo si encuentra algún que otro arriesgado argumento para enfrentarnos a la cara B del humano y zarandearnos, cuando ni por asomo nos habíamos acercado a su cine buscando algo por el estilo. Y ya puestos a utilizar últimamente el terror con estos fines (o convertir un drama en la peor experiencia de tu vida, que también está muy a la par), qué menos que hacerlo sin obligarnos a aprender nada en absoluto, sabiendo reírse del pez, el cebo y el pescador por igual.
The Hunt sabe que su premisa es de lo más manida que existe, y lo utiliza como una ventaja sin perder el tiempo en reconstruir los cimientos del género, cargándose sin miramientos cualquier personaje que creamos futurible, hasta plantarnos frente a una mujer fuerte y taciturna que vamos a recordar siempre mordiéndose el labio para pensar antes de actuar, una de esas actitudes muy poco habitual en el prototipo básico de víctima, para contraponer a esos inexistentes verdugos que acabarán retratados al estilo Zobel (aunque el guion esta vez sea de otros).
No sé, yo me casaba con la película ya y la proponía como ‹hit› del verano, porque el buen/mal rato que me hizo pasar al enfrentarme a ella sin conocer nada más allá del “esto va de gente cazada” no lo han conseguido otras propuestas que muchos han recibido como «el punto de inflexión definitivo en el universo del terror» últimamente. Con lo fácil que era contentarme a mí con estas cosas…
Solo diré, sin mayor análisis, que me encantó de principio a fin, y la rubia es una hermosura lo bien que actúa. Ese algo taciturno que mencionaste deja traslucir un pasado en el que aprendió a lidiar con la violencia extrema sin arredrarse.