«I’m the bad guy, duh
I’m only good at being bad, bad»
Bad Guy, Billie Eilish
Hay dos cosas que Zack tiene muy claras, y que se permite remarcar constantemente sin que su mensaje nos agote. La familia que de verdad importa es la que tú puedes introducir libremente, por encima de la que viene heredada por sangre. Es algo tan magnífico de defender que se ha consolidado como título en español en esta pequeña película indie de personajes astronómicos. La otra me ha permitido recordar la canción de moda de otra época, y es saber definir esa fina línea que nos cataloga entre los buenos y los malos, esa ligera percepción personal que nunca está de más corregir o matizar, cuando realmente no importa en qué lado te encuentres si es algo que depende de la mirada de los demás.
La familia que tú eliges no está entre las pelis buenas o las malas, es más bien un lugar acogedor en el que descansar un rato la vista (y la mente) al ritmo de las historias que escribía antaño Mark Twain, alguien a quien citar conscientemente porque la camaradería, las trastadas, los pescados y un interminable pantano se vuelven imprescindibles para entender este agradable retrato de aquellos ajenos al concepto de normalidad.
Y es que Zack es muy rotundo y sincero, sabe quién es y lo que quiere conseguir, y hacer piña con el siempre extravagante Shia LaBeouf sólo podría definirse como un acierto absoluto. Metido de pleno en su papel, Shia abandona los calzoncillos y las grandes pretensiones hasta adaptar su personaje a su contrario, futuro colega y prácticamente hermano Zack Gottsagen, de voz ronca y facilidad para encandilar a la cámara. Entre los dos, lejos de formar una extraña pareja, saben reforzar lazos poco a poco y convertir cada paso en un pequeño éxito personal.
No hay grandes pretensiones en Tyler Nilson y Mike Schwartz, quieren dar una imagen positiva sin ranciear, sin impactar nuestra memoria con frases para el recuerdo, sin limitar la fantasía. Es así como aparece una historia que se mueve con candidez por el lado oscuro de la vida, donde los perdedores encuentran un lugar donde reconciliarse consigo mismos.
Además de la química entre protagonistas, hay espacio para papeles pequeños pero contundentes que encabezan Bruce Dern y Jon Bernthal, y la compañía de una Dakota Johnson que cierra ese círculo familiar tan imprescindible. Pero hay un detalle que perdemos en el nuevo título español, y es la idea original, el otro motor de este film: el objetivo. The Peanut Butter Falcon implica un personaje, una ilusión mezclada con la improvisación que empuja a Zack a convertir lo que podría ser un drama típico en una ‹road movie› sureña a pie, en barco, plataforma o sobre ruedas ante la idea de ser el mejor campeón de lucha libre de la historia, dando juego a algo que va más allá de la tópica superación personal.
La familia que tú eliges no conoce complejos y su sencillez es lo que realmente engancha. Hay simpatía y fluidez, y sus pequeños defectos dan personalidad a la película, dejando que se perciba que todo aquel que se ha involucrado en el proyecto se enamoró precisamente de ese estilo que la abandera. Una historia que pasa en un suspiro y te dejará con esa sonrisa tonta y agradable que tanto necesitamos ahora.