La joven Xiao Xian debe coser un vestido para el negocio familiar, por encargo de su madre. Pero cuando recibe la visita de una amiga, deja su labor y se va de copas esa noche con ella.
El premiado cortometraje del cineasta barcelonés Jiajie Yu puntea su origen familiar como segunda generación de nativos chinos residentes en España. El juego de sutilezas que deshilacha Xiao Xian consigue un ejercicio ligero de drama y se trenza con la sutileza de una comedia romántica vital y agradable.
Es curioso que todo comience con un principio propio de un cuento de hadas. Así vemos a la joven recluida por su madre, en el taller de costura de la tienda, obligada a terminar el encargo de un bello vestido de fiesta rojo. Con la tentación de salir —precisamente— de celebración, impulsada por el color de la pasión que tiene la tela encarnada que remata entre sus manos.
Después de haber dirigido una decena de cortometrajes, piezas de videoarte y videoclips, Jiajie Yu se vuelca en esta obra de ficción. Con una visión que resulta clarificadora sobre los miembros de la comunidad china que habitan barrios de Madrid como el de Arganzuela, o en los aledaños de Lavapiés. Su mirada es directa. También sincera como integrante del colectivo. No huye de conceptos casi prejuiciosos como la dedicación exclusiva al negocio familiar por parte de la comunidad oriental. Desmiente tópicos turbios del grupo social, sin maquillar esa integración mayor de los hijos en la sociedad española, que la de los padres que llegaron antes. Todos estos elementos dotan de frescura y veracidad a los personajes.
El cortometraje crece ágil, sin ocultar las costuras o retales usados desde otros films, más como encajes que le sirven para evolucionar en su ligereza cómica y amorosa. Retazos como ese plano secuencia de dos minutos, en el que la protagonista pasa de la excitación a la tristeza. Un detalle muy respetuoso por parte del director, que decide mantener la intensidad de su actriz sin cortar la escena. Además de la funcionalidad expresiva de los colores básicos lumínicos, con ese rojo ya citado que llena de calor y pasión el bar o el taller. El verde protector de las estancias familiares. O el azul del aseo en el que se separan las dos amigas, enfriando su relación. Con ese matiz humorístico que dota de energía vital un ejercicio casi redondo de amor, amistad, perplejidad y cambio a dos mujeres jóvenes. Con un estilo visual elegante. Sentido musical por sus canciones que dejan ecos sensuales en esta miniatura delicada e irresistible.