Flame y Citron son dos asesinos.
Flame y Citron también son héroes que luchan por la libertad de su país. Para ello, matan. No es que maten a altos cargos nazis, matan, como suele ocurrir, al que pueden, matan a un editor danés que escribe publicidad para los nazis, matan a secretarias y a generales retirados.
Matan al enemigo. Aunque ellos están obsesionados con matar al mayor criminal que gobierna en Dinamarca, y harán todo lo posible por conseguir su objetivo.
Así que en los primeros 20 minutos, el guión (mayormente creo que todos sus logros vienen del libreto que firman el director Ole Christian Madsen y su guionista Lars K. Andersen) nos presenta a dos asesinos de la libertad, que luchan por un ideal justo, pero que asesinan a sangre fría. De un plumazo borra todo posible romanticismo de la resistencia danesa, aunque se puede trasladar esto a todas las causas, justas o no, que sobreviven mediante este método. Y eso amigo, incomoda.
Pero como decía, cuando llevamos esos veinte minutos, el guión juega a ir más lejos. ¿Y si todas esas muertes hubieran sido muerte de inocentes? ¿Y si están manipulados? ¿Y si se equivocan?
Da igual. No pueden echarse atrás; una vez que se mata ya solo queda un camino. Ya solo saben hacer una cosa. Se dejan guiar por el odio, para poder olvidar cualquier otra sensación. «Se me ha olvidado que no matamos personas, sino nazis», «yo nunca he matado a un inocente». Así que siguen matando, pero está vez con más odio, golpeando más fuerte, decididos, esta vez sí, a cazar a su bestia negra, el criminal que dirige al país. Por tanto, los nazis deciden dar ejemplo y golpean más.
Y entonces se produce el deseado momento en el que se enfrentan cara a cara dos mundos opuestos, y descubrimos, asombrados y casi horrorizados, que esos dos mundos luchan por lo mismo, cada uno a su manera en bandos totalmente opuestos.
Flame y Citron son buenos soldados. Como bien explica un personaje en la película; hay tres clases de soldados. Los que se meten a soldados por hacer una carrera. Son malos soldados, pues tienen miedo a morir y por tanto solo desean la paz. Los patriotas. Estos harán cualquier cosa, pero con el tiempo su ánimo decae y se replantean sus acciones. El tercer tipo de soldado, son los hombres a los que les impulsa el odio. Es el mejor soldado, estará dispuesto a todo y nunca se detendrá.
Como mencionaba antes, el mayor logro de la cinta es su incomodidad moral que recorre el cuerpo de cualquier espectador. No hay trinchera “ética” a la que agarrarse. Con lo que irremediablemente la cinta queda hermanada con La batalla de Argel (La battaglia di Algeri, Gillo Pontecorvo, 1965). Y no confundamos. No es que el cineasta caiga en el relativismo moral y absoluto, su trinchera queda bien definida en varios momentos, como cuando nuestro protagonista, interpretado por Thure Lindhardt , recorre las calles de Copenhague mientras una huelga general de obreros hacen frente a la invasión de manera más “pacífica”, esto es, sin usar el terrorismo o las acciones violentas. Nuestro…¿héroe? ni se inmuta ante lo que acontece, ya que su lucha es por la espalda, con balas y bombas. Ahí queda retratado el posicionamiento moral y ético de sus responsables.
El cineasta no condena a los dos protagonistas, donde resalta el amigo Mads Mikkelsen (para variar, uno de los mejores intérpretes actuales), y aunque no se posicione con ellos, sí que intenta explicar sus ideales y su lucha, de igual manera que en determinados momentos y de manera cruel, veamos el reflejo de estos dos luchadores por la libertad en la sombra del oficial colaborador danés que intenta darles caza mientras procura no ser cazado por ellos mismos en un juego demoníaco que acaba siendo una mera partida de ajedrez entre potencias extranjeras. Así, visionamos de pasada uno de los acontecimientos más importantes como resultado de la Segunda Guerra Mundial que no suele reseñarse lo suficiente, el desplazamiento del Reino Unido en la esfera internacional por un nuevo jugador, los Estados Unidos de América. y de como al final de la contienda, los jugadores ya empiezan a preparar la siguiente partida que vendrá, la guerra fría entre dos bloques supuestamente aliados en ese momento (capitalismo vs. comunismo).
Incómoda, reflexiva, triste y con una mirada llena de tonos oscuros sobre la resistencia.
Flame y Citron eran dos héroes de la resistencia danesa. También eran unos buenos soldados.