El nuevo cine gallego sigue expandiéndose en las direcciones más insospechadas, parece una necesidad rescatar escenarios densos por momentos, arcaicos en otros, y acompañarlos de su característica y sosegada forma de comunicarse para crear drama, misterio o confraternización, tal vez un toque de meigas y sortilegios locales, poniendo en comunión la bruma y la pausa de sus habitantes.
Algo que sin duda ha maravillado a Cristóbal Arteaga, una mirada ajena que ha decidido adentrarse en estas pequeñas localidades y perderse con su cámara, pues no será As mortes —la película que nos mantiene aquí pegados— su primer trabajo en tierras gallegas. Un hombre que ha caído rendido a todo eso que ofrece el interludio rural para recrear un thriller criminal con los elementos más bastos que forman parte del día a día de una pequeña población.
As mortes fija la cámara en su inicio cerca de la puerta de la cocina, donde se sucede la tragedia que va a centrar toda la intriga que le sigue. La muerte llega de forma violenta, diría que incómoda al ojo humano, pero la cámara nos impide que sea intrusiva, algo que se mantendrá el resto del film, salvaguardando distancias para rozar lo poético frente a la desgracia. Parece que todo queda expuesto, que no habrá dobleces en su trama, al darnos en primer lugar el crimen, pero una muerte silenciosa es un modo más que inteligente de arrastrar a los mundanos para saber cómo se ha llegado a ese punto y de qué manera se sale de él.
La película pasa pues a delimitar la duda pasajera entre unos habitantes de aldea que están acostumbrados a preocuparse de unos mínimos. La palabra del otro es simplemente válida tras años de conocer al vecino con el que se comparte un licor café a diario. Es aquí donde Galicia toma el testigo y se vuelve más protagonista que asesinos y conspiradores: esos instantes en los que aparentemente no ocurre nada, las herramientas comunes a un labrador que aumentan sus cotas asesinas, el espionaje más abstracto que tiene forma de mujer prudente, los anacronismos digitales y las rencillas entre iguales que siempre se han tratado con cierto resquemor; todo ello sirve de fondo para acomodar un porqué que no parece definirse al completo nunca, pero que analiza al hombre que oculta el crimen.
La sencillez del entorno de este culpable silencioso ayuda a potenciar su personaje. Un hombre que destila la necesidad de una mujer a su lado, que se traba con sus propias mentiras, carente de paciencia ni control, un hombre tipo de una época casi olvidada, que encuentra en la condescendencia de los demás un apoyo para entramar torpes excusas que le permitan seguir solo.
Aunque lo rural sea su fuerte, As mortes se fundamenta en los clásicos parámetros del ‹noir› —que se podría apodar como “noir neo-rural”—, incluyendo elementos que dilatan la intriga en forma de ‹Macguffin›, personajes que ponen entre las cuerdas la seguridad del asesino, sombras que adolecen la intranquilidad de quienes se saben culpables, incluso un giro que complica las dimensiones de esta calma chicha ‹post mortem›, revitalizando el interés de los presentes.
As mortes se convierte así en un ejercicio inteligente dentro de un entorno diferenciador con una fuerte personalidad. Sin duda su protagonista nos recuerda a toscos personajes de un cine que creció en otra época en España, y posiblemente se disfrute por utilizar con ingenio, como un elemento protagónico más, un lugar en el que parece que se ha detenido el tiempo, mientras el ahora rodea esta conspiración de silencio para asfixiar las posibilidades de tapar eternamente la acuciante culpa. Cristóbal Arteaga ha mirado a su alrededor y ha creado una película que mezcla el suspense con los detalles que más entristecen de la crónica negra española, aquella de panfleto y sofoco, aprovechándose de las aldeas supervivientes de Galicia donde algunos creen que no pasa nada, y aunque en su reforzada intención de aprovechar este hecho pareciese que todo se sucede con un ritmo en exceso lineal, la sola idea en la que se basa, con sus vacíos argumentales puestos ahí con total intención, la transforman en un film lleno de autenticidad.