Hay títulos que son auténticas declaraciones de intenciones, no tan solo al respecto de lo que vamos a ver sino en trasladar el tono de la obra. Algunas Bestias sería un ejemplo explícito de ello, un título que ya deja entrever que no habrá misericordia en el retrato ni paños calientes a la hora de hacerlo.
Y aunque nada en lo temático hace presagiar la magnitud de la tragedia (familia, vacaciones), es la puesta en escena la que nos desmiente fotograma a. fotograma Un lugar cuya configuración salvaje y atmósfera malsana predispone a una especie de psicosis, de ‹cabin fever› aumentada por las propias personalidades de sus protagonistas.
Si bien es cierto que hay algo buñueliano en esa especie de imposibilidad de salir del lugar, no es menos cierto que el conjunto resulta más dramático y, paradójicamente, más claustrofóbico al estar en pleno espacio abierto. Más que un grupo de individuos encerrados en un ‹lockdown› tensionante, estamos ante una reserva natural donde se deja campo libre a las bestias para liberar sus instintos.
Humanos, sí, que conforme avanza el metraje se van despojando de toda alma. Una especie de involución que se configura no solo a través del comportamiento sino de unos planos cada vez más cerrados, casi deformantes que revelan la verdadera naturaleza de los presentes. Jorge Riquelme filma algo más que un mero ejercicio de suspense tensionado, filma un artefacto de demolición nihilista al respecto de la especie humana derruyendo uno de sus pilares teóricamente fundamentales: la familia.
No es por tanto este un film versado en un clase social concreta (aunque las afectaciones y conflictos sean de raíz burguesa) sino más bien un despiadado análisis de la condición humana partiendo de sus estructuras más básicas. El mensaje es claro, si no puede existir compasión, empatía o cariño en el núcleo familiar no puede haberla en ningún lado.
Riquelme, no conforme con todo ello, eleva su apuesta a través de una escena de explícita y larga crudeza que, seguro, es motivo de debate. El problema en ella no es que no tenga una coherencia con lo visto hasta el momento, sino más bien su puesta en escena y recreación. Efectivamente su larga duración y ausencia de ocultación nos podría llevar a pensar en un ejercicio de honestidad brutal, pero por otro lado plantea serias dudas sobre la ética cinematográfica. ¿Era necesaria para remachar el mensaje de putrefacción moral? Más bien lo que consigue es que el notable metraje anterior quede eclipsado por esta secuencia que nos asoma a un abismo moral.
De todas maneras, a pesar, o precisamente por esta concesión a la amoralidad, hay que valorar positivamente la capacidad del director de crear una galería de seres a cual más repulsivo. De saber despojar al film de subtextos superfluos y dejar que los actos hablen por sí solos. Algunas Bestias es pues una película de poso, de mal rollo y afectación. Una película destinada a no dejar títere con cabeza. Un film sin piedad que prescinde de la sátira, la acidez o la metáfora para ir directa a la yugular.