Un nacimiento. Una nueva vida germinada en un universo deshumanizado. La búsqueda de vida en otros planetas. «Se nos envió al Universo a descubrir vida y la vida nos ha descubierto a nosotros». Con esta maravillosa frase finaliza la gran joya del cine de ciencia ficción checoslovaco y una de las obras maestras de la historia del cine de la ‹sci-fi›: Viaje al fin del Universo. Película rodada en 1963 y gran representante de la ciencia ficción del Pacto de Varsovia, supondrá todo un descubrimiento para los aficionados a la scifi que aún no la hayan visto. Posee un diseño de producción fastuoso con espectaculares planos de aeronaves, trajes de astronauta ultramodernos, pantallas de vídeo-mensajes futuristas y profundos pasillos con puertas hexagonales que han sido homenajeados en infinidad de películas posteriores. Éste, los poderosos decorados futuristas, es uno de los puntos fuertes de la película junto con el guión, mezcla de filosofía melodrama y aventuras donde encontramos reminiscencias a clásicos básicos (Planeta Prohibido, Cohete K-1 o La conquista del espacio) y que ha influido de forma notable en películas de la talla de 2001: Una odisea del espacio, Alien, el octavo pasajero o Solaris. Todos estos antecedentes convierten a El viaje al fin del Universo en una pieza de imprescindible visionado para los amantes del género fantástico.
La película se presenta por el final, es decir la primera secuencia muestra la escena final de la cinta en la que observamos a un operario de nave fuera de sus casillas gritando a una cámara de la nave que la Tierra nunca existió mientras que sus compañeros tratan de tranquilizarle ante la amenaza que su estado anímico supone para la supervivencia de los tripulantes. A continuación la voz en off del jefe de tripulación nos informará que nos encontramos en el año 2163 y viajamos en la nave Ikarie XB-1 una ciudad espacial cuya misión es encontrar vida en los planetas de la constelación Alfa Centauro. La nave cuenta con 40 pasajeros entre médicos, historiadores, técnicos, agrónomos, matemáticos y científicos. La narración de la misión se acompaña de espectaculares planos del lanzamiento espacial muy del estilo 2001: Una odisea del espacio.
Asistiremos a dos partes diferenciadas. La primera, de ritmo lento y pausado, nos revelará la personalidad de los tripulantes y el discurrir de la vida en la nave. Descubriremos al segundo de a bordo que se encuentra molesto por la separación de su mujer que no pudo embarcar al estar embarazada. También nos dará a conocer al matemático de la nave, un veterano maestro que tiene la compañía de un autómata obsoleto llamado Patrick (guiño este a Planeta Prohibido, dada la similitud del robot con Robby) y asistiremos a escenas cotidianas de la tripulación haciendo gimnasia, asistiendo al cine, filosofando sobre la relatividad del tiempo, todo ello para luchar contra la monotonía que supone el encierro en un largo viaje espacial. Otro personaje importante en el desenlace es Stephie una tripulante que viaja con su marido y que se encuentra encinta, hecho este que perturba especialmente al segundo de a bordo ya que su mujer no pudo tomar parte en la misión al conocer su estado de gestación. En esta primera parte reseñada es especialmente llamativa la escena del baile con unos encuadres similares al cine de Bolognini o Dino Risi.
Una súbita interrupción en forma de objeto no identificado interrumpe el baile y da comienzo a la segunda parte en el que la película adquiere la forma de aventura espacial con una atmósfera impregnada de terror psicológico. El objeto resultará un cohete terrestre de finales del siglo XX que será inspeccionado por dos astronautas del Ikarie y que acabarán descubriendo los cadáveres de los tripulantes de la nave que fueron aniquilados por un gas letal llamado Tigger Fun. La explosión de una bomba radioactiva que se encontraba ubicada en el cohete destruirá el mismo cuando los dos astronautas del Ikarie trataban de investigar las causas que provocaron el uso del gas mortal.
Tras la pérdida de sus dos compañeros la Ikarie se topará con un nuevo misterio: el avistamiento de una Estrella Oscura que emite una extraña radiación que provoca cansancio, pérdida de consciencia y aviva la sensación de aislamiento y miedo provocando un viaje a la locura en los tripulantes de la nave que pondrá en peligro la consecución del objetivo de localización de vida en los planetas de Alfa Centauro y la propia subsistencia de la Ikarie ¿Cuál será la naturaleza de este extraño ente?
Es en esta segunda parte cuando la película adquiere la forma de cuento pesadillesco emparentado con Alien, el octavo pasajero. Como en el film de Ridley Scott, la primera parte sirve de guía para conocer a los personajes y la segunda se volverá asfixiante mostrando la agonía que sufren los pasajeros de la nave que están siendo poseídos por la locura debido a un personaje desconocido e invisible que está fuera del alcance de la lógica científica. Jindrich Polák rueda con un extraordinario realismo las secuencias espaciales aportando una atmósfera opresora a la narración que se va acrecentando conforme avanza la trama. La desesperación se apodera de los pasajeros, si bien este miedo parece brotar de su interior en lugar del ente desconocido.
Merece ser resaltado el magnífico uso de términos científicos y la maravillosa explicación de la teoría de la relatividad espacio — tiempo metafóricamente reflejada en el crecimiento de la mascota de la nave (un perro), los modernos efectos especiales que no han perdido su fuerza visual y el conseguido clima asfixiante en el que el espacio se presenta como un ente bello y desolador que provoca en los tripulantes de las aeronaves tanto melancolía por encontrarse lejos de sus seres queridos a los que verán envejecidos a su regreso a la Tierra como miedo a no regresar a casa. La película plantea de forma magistral una reflexión filosófica sobre las paradojas de la existencia: la misión del Ikarie es encontrar vida desconocida en otros planetas aunque sea a costa de la vida de los propios miembros de la aeronave. Encontrar vida sacrificando la vida, encuentro este reflejado en el nacimiento del niño que estaba esperando la tripulante embarazada. No se la pueden perder.
Todo modo de amor al cine.