Kyung-min Lee, una adolescente cuyo brillante nivel académico progresaba de manera inversamente proporcional a su popularidad entre el resto de la clase, desaparece durante una noche, hallándose su mochila cerca de un río. Dada la personalidad de la joven, las pesquisas policiales pronto apuntan hacia una tesis: el suicidio. Y entonces sobrevuela la repetida pregunta: ¿por qué? ¿Qué impulsa a una adolescente con toda la vida por delante a acabar con su vida? ¿Cómo es posible que, sacando buenas notas y siendo de familia acomodada, pueda renunciar a un prometedor futuro? Cuestiones formuladas siempre en términos puramente pragmáticos, despojados de cualquier pretensión emocional cuando precisamente desde ahí es donde se suelen explicar esta clase de actos.
En After My Death (Choe Manheun Sonyeo), el veterano aunque poco pródigo cineasta Kim Ui-seok dirige su mirada, como bien reza el título de la obra, a todo lo que viene después de la desaparición de Kyung-min. Además de los varios porqués, el entorno de la estudiante también tiene otra cuestión: ¿quién? La tendencia de los seres humanos a buscar culpables para cada situación se agrava en tragedias como la que centra el discurrir de este film. Pronto se desvela que Kyung-min era poco dada a relacionarse con compañeras de clase, aunque sí se había acercado a alguna de ellas, especialmente en los momentos antes de morir.
A raíz de este suceso, descubrimos uno de los aspectos más interesantes de After My Death, como es el hecho de que nos ofrezca las repercusiones de la desaparición de la estudiante en cada uno de los lados de su entorno. Desde los más afectados, como su combativa madre o la última compañera que vio antes de su desaparición, hasta los más prácticos, véase el colegio y su teoría de que “en 6 meses lo habremos olvidado” o relacionando el interés de Kyung-min por la música oscura con su desaparición. La telaraña de acusaciones, enredos emocionales y sentimientos de culpa que tejen estos personajes servirá como base para el desarrollo de toda la obra.
Al lógico tono sombrío que desprende el argumento de After My Death le acompaña una fotografía no menos oscura, con numerosas escenas nocturnas y de interiores que acentúan este sentimiento. Kim Ui-seok apuesta también por introducir muchas fases de silencio en la cinta, circunstancia necesaria teniendo en cuenta el argumento del film. Estos momentos complementan a unos diálogos que, por otra parte, no son intensos por su densidad formal o temporal, residiendo la mayor fuerza de los hechos en las propias interpretaciones del reparto que en un fuerte guión.
Con todo, After My Death permite acercarse a una tragedia no solo teniendo en cuenta a su propia protagonista, que muchas veces monopoliza todo el trato mediático y social, sino también a la gente que tiene a su alrededor. Todos sabemos que cuando una persona deja este mundo los que más sufren son los seres queridos, pero en no pocas ocasiones tendemos a analizar todo de una manera excesivamente fría, como hemos indicado con anterioridad. El rastro que deja el fatídico hecho alcanza a todos, partiendo de los destrozados padres y continuando por unos compañeros de clase que, responsables o no de la tragedia, se deben ver obligados a afrontar la situación desde un punto de vista autocrítico. Con escaso impacto fílmico pero mucha inteligencia emocional, el coreano Kim Ui-seok nos lo muestra todo en esta cinta.