En esta quinta sesión de la retrospectiva “An Ocenaic Feeling”, el tema propuesto es la muerte y la violencia del mar. Sin explicitud y sin vísceras de por medio, los tres films que componen el ciclo del día nos llevan a cuestionarnos los problemas sociales e históricos que hacen del océano un lugar oscuro lleno de atroces secretos que arrastran víctimas reales a las profundidades de su abismo.
Con The Blackest Sea (Peggy Ahwesh, 2016), un corto que utiliza material encontrado de una cadena de noticias taiwanesa (TomoNews), la cual usa una técnica de animación que deshumaniza a las personas para recrear situaciones de alerta y explicar qué hacer en caso de accidente marítimo, la directora estadounidense critica lo que ella llama «the cutefication of our world», una exagerada forma de aderezar y convertir en “lindo” todo aquello que se ve. Los muñecos animados mueren volviéndose rojos en variados y pintorescos accidentes de barcos y aviones mientras el incómodo colorido de la imagen nos lleva a las antípodas de los dibujos para niños. A pesar de ser una obra con altas dosis de panfleto eco-político y de terrible fealdad, su humor negro y visión precioso-repulsiva la hacen interesante.
El segundo film de la sesión es un cortometraje de la emergente directora franco-senegalesa Mati Diop. Atlantiques (2009) contiene una única imagen del mar —evocativa e importantísima por su brevedad que indica la previsión de la muerte y el naufragio— mientras que el resto de sus planos son alrededor de una hoguera donde tres hombres discuten sobre emigrar a España y Europa. Uno de ellos está convencido de que en el viejo continente encontrará trabajo y prosperidad mientras que otro, de opinión opuesta, le cuestiona alegando que África es su hogar, al mismo tiempo que advierte que el viaje en patera es sinónimo de muerte. Entre la luminosidad rojiza del fuego y la oscuridad, nada se concluye y la incógnita prevalece en el último plano, en el que un faro sucio y taimado alumbra una bahía que no se llega a vislumbrar.
La sorpresa de la tarde es el tercer y último film proyectado. Hydra Decapita (The Otolith Group, 2010) resuena en el espacio líquido con una fuerza descomunal. La propuesta que parte de un análisis de The Slave Ship —pintura de J. M. W. Turner— resulta ser una obra maestra que no tiene limitaciones de ningún tipo y aún así resulta tan cuidada y atrapante como una poesía del caos. Algo que solo se podría haber hecho en el medio audiovisual.
Desde los fundidos a negro, que lentamente transmiten una sensación de que algo va mal, de auténtico pavor por la virtualidad patente de un ente desconocido que se aproxima, hasta las imágenes de reflejos en el agua negra, advenimiento de la refracción de una literatura contaminada por un virus, el sistema Drexciya —que es un grupo de música electrónica— se apodera del elemento narrativo de una desconocida transcriptora que poco a poco va escribiendo en la pantalla cosas con menos sentido. Más ininteligibles. La repetición juega un papel esencial en la obra y en su profunda reflexión acerca de la nota a pie de página del analista del cuadro, John Ruskin: «Se trata de un barco de esclavos». La repetición remarca el paso por alto de ese detalle, condenando de manera inteligente el hecho de subrayar tan vagamente un dato esencial de la obra, mientras se describe la fuerza formal del cuadro. En la película, este hecho se transcribe en imágenes de un mar que se adentra en lo tangible de la muerte y el terror donde se especula que los planetas acuáticos se comunican en el espacio sideral y que quizá los bebes nonatos de las esclavas negras que perecieron en las aguas tempestivas vivan en esencia en otro tipo de mar, las aguas cósmicas.
No todo el cine es entendible a nivel exacto, ni falta que hace. Hydra Decapita es na película de complejidad extrema, de inmersión hipnótica, que construye, sobre la cruda realidad, una ficción escalofriante a la vez que sugerente. Abismo de agujeros de gusano cerrados y abiertos de nuevo que, mediante la informática y la errática luz sobre un mar de sangre, acaban por dejarte perplejo.