El cine centroamericano contemporáneo, pese a no ser muy conocido en otras latitudes, mantiene dentro de sus características a una de las principales constantes temáticas de la filmografía de Latinoamérica: el enfoque de denuncia sobre aspectos políticos y sociales.
En el caso específico del cine de Guatemala, se ha presentado al mundo la película Nuestras madres, una propuesta cinematográfica que aborda una dura realidad que vivió la sociedad de ese país en la década de 1980 y que no se podrá borrar fácilmente de la memoria colectiva.
Sin considerar los aspectos técnicos y artísticos, la fortaleza del filme radica en su historia, en esos testimonios de las personas que fueron afectadas por torturas, violaciones y pérdidas de sus seres queridos.
Y es que lo sufrido por Guatemala hace 40 años es uno más de los penosos episodios de asesinatos, genocidios y desapariciones forzadas que enfrentó gran parte de Latinoamérica en las dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980.
De este modo, el recuerdo de duras vivencias de dos mujeres constituye la estructura central de la película e incluso es parte sustancial de su desenlace. Y es así como el deseo de encontrar los restos de un esposo asesinado por las fuerzas militares, la lucha judicial por desenterrar fosas comunes, las denuncias en contra de los militares culpables y la búsqueda de la verdad constituyen razones de vida y, prácticamente, los únicos motivos de existencia.
Nuestras madres también muestra el accionar de una de las “profesiones” que derivaron de los actos genocidas del pasado: la antropología, dirigida a reconstruir esqueletos con los restos que van encontrando y a identificar, a través de muestras de ADN, a quién pertenecen con el fin de devolverlas en una caja a sus familiares para que les den cristiana sepultura.
El filme también tiene una dosis de romanticismo de ideales políticos progresistas, de esa utopía por alcanzar una sociedad más justa y con menos pobreza. Este aspecto, se refleja cuando una de las protagonistas del filme evoca en una playa con su hijo uno de los himnos de la canción protesta latinoamericana de la década de 1970: Quincho Barrilete, que fue compuesta por Carlos Mejía Godoy y que es una pieza artística fundamental del folklore nicaragüense.
Nuestras madres se coloca así como una muestra más de un cine político que denuncia atrocidades, con la variante de que en este caso utiliza más el recurso del testimonio que de una imagen o escena impactante.
Es una película que rinde además un homenaje a la mujer, sea urbana o rural, y que, en el contexto que se ha comentado en esta reseña, se ha constituido en un símbolo de lucha incansable por encontrar justicia, en una muestra de fortaleza infranqueable para criar a sus hijos y para mantener unida una comunidad.
La pasión está también en el cine.