76 ediciones se cumplen del primer festival de cine instituido en el mundo. Un certamen de cine patrocinado por la figura de Benito Mussolini: el gobernante totalitario estaba interesado en encontrar una herramienta que pudiera servir al régimen fascista como arma publicitaria, amén de fomentar el destino turístico de una ciudad, la de los canales de la laguna rosa, de difícil parangón con otros enclaves a lo largo del globo.
Así nació la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografica della Biennale di Venezia, un evento anual que, pese a haberse visto reinventado en diferentes ocasiones a lo largo de su turbulenta historia, aun hoy puede presentarse como un certamen dotado de personalidad propia. Una personalidad que intentaremos esbozar en los siguientes párrafos.
En primer lugar, el Festival de Venecia es el puerto de desembarco de la mayor parte de películas estadounidenses que se acercan a Europa con la intención de mostrar su poderío en la carrera de premios anual… sí, esos premios que ustedes saben. En este 2019, esa lista de títulos está compuesta por nombres como Ad Astra, el salto de James Gray a la ciencia ficción con rol estelar para Brad Pitt y mucha referencia religiosa en su excitante metraje, o Joker de Todd Phillips, el penúltimo intento de DC Cómics de cubrir a sus generalmente poco exitosas producciones (teniendo en cuenta sobre todo a las del vecino rico de enfrente) con una pátina de “prestigio adulto”. Junto a ellas, tenemos la producción Netflix del año (con permiso de Mr. Scorsese) que firma el neoyorquino Noah Baumbach, Marriage Story, una crónica del desamor a lo Bergman que sobre todo recoge las portentosas actuaciones de unos Adam Driver y Scarlett Johansson que muestran aquí los mejores momentos de su vida actoral. Para cerrar el capítulo dedicado al cine del amigo americano, debemos mencionar a Steven Soderbergh y su The Laundromat, también con producción la marca de la N mayúscula y en la que se cuenta cómo se desvelaron los famosos Papeles de Panamá y con protagonismo para Meryl Streep, Gary Oldman y Antonio Banderas.
Más allá de la cuota estadounidense, Venecia también rememora en su festival cinéfilo a los efluvios de la novela de Thomas Mann adaptada al cine por Luchino Visconti. Puede que esta vez no sea Gustav von Aschenbach el que viene a morir en las arenas del Lido, pero lo caduco es inseparable del paisaje veneciano y, para demostrarlo, Roman Polanski ha presentado J’accuse, drama histórico de hechuras rancias y justificaciones dudosas. Hemos ajustado el oído durante la proyección pero no hemos podido escuchar en la lejanía las emocionantes notas de la Quinta Sinfonía de Mahler, una demostración incontrovertible de que el cine siempre es mejor que la propia vida.
En el equipo de los viejos dinosaurios, también tienen dorsal Atom Egoyan, rey de lo chanante en sus últimas producciones y que llega a la laguna rosa con Guest of Honour, Robert Guédiguian y sus tradicionales fábulas sociales reformuladas aquí en Gloria Mundi, o el japonés Hirokazu Kore-eda, que trasladaba sus tradicionales historias de familia desde su país natal a la muy republicana Francia, sin señales de que haya demasiado movimiento en su estructura cinematográfica, un tanto anquilosada, La vérité se llama el asunto.
No podemos dejar de mencionar en este repaso a las competidoras por el León de Oro a nuestras favoritas del concurso, al menos tras una valoración apriorística. Mencionamos en nuestro team veneciano al realizador sueco Roy Andersson, su asombrosa capacidad para redefinir el humor negro toma, en este 2019, el nombre de About Endlessness. El realizador chino Lou Ye también promete emociones fuertes con Saturday Fiction, un viaje a los albores de la participación japonesa en la II Guerra Mundial con la enorme Gong Li dando vida a su protagonista. Nuestra terna de favoritos se cierra con Pietro Marcello, al que adoramos desde la estupenda Bella e Perduta, adaptando a uno de nuestros novelistas preferidos Jack London, sí, también de Martin Eden esperamos grandes cosas.