En su primer largometraje, la directora bielorrusa Darya Zhuk cuenta la historia de una chica llamada Velja que vive en Minsk a mediados de los 90 y está decidida a ganarse la vida como DJ, para lo cual pretende obtener un visado y viajar a Chicago. Su propósito, sin embargo, choca con las estrictas leyes de su país, que le obligan a probar que tiene un trabajo fijo, algo que tratará de solventar con un documento falsificado, pero que sólo le dará más problemas cuando deba someterse a las comprobaciones.
Como una revisión moderna del sueño americano, influida sin duda por la propia experiencia de su directora (emigrada a Estados Unidos a los 16 años), Crystal Swan se desarrolla como una tragicomedia con un cierto tono fatalista que está presente durante todo su metraje, y que condiciona las expectativas generadas por la trama. Y es que la odisea de la protagonista se vuelve progresivamente más agobiante al no terminar de encauzar su situación, y poco a poco se pierde la urgencia, llega el hastío y la desesperanza comienza a hacerse palpable, para la propia protagonista y para el espectador que ve cómo, sin que se termine de confirmar el fracaso, la solución nunca llega.
A este respecto, uno de los grandes aciertos de esta película es la forma en que presenta la necesidad de Velja, no como un drama inmediato sino como un vacío de motivación y oportunidades que tiene su origen en una amplia variedad de factores, entre ellos un contexto de inestabilidad económica y desempleo, una relación con su madre difícil y frustrante, y los prejuicios a los que se enfrenta por querer trabajar como DJ. De este modo se muestra la idea de emigrar a Chicago como una liberación y una forma de cumplir su sueño, presentando su situación personal con una elegancia bastante notable y permitiendo empatizar con su deseo de escapar de un ambiente que se siente sutilmente opresivo.
No puedo decir lo mismo del desarrollo global de la cinta, porque no la veo del todo bien cohesionada y en particular creo que tiene problemas para repartir los tiempos en su enfoque narrativo. Cuando Velja se ve obligada a convivir con una familia a la espera de recibir la llamada que confirmará su situación laboral, todo su trasfondo anterior parece simplemente desaparecer. Esto tiene su lógica, teniendo en cuenta que la historia quiere reflejar sus sensaciones en un entorno nuevo, apartada de sus allegados, pero seguramente no necesitase tanto tiempo para centrarse exclusivamente en esto si se tiene en cuenta que, al percibir hostilidad desde el principio, actúa de manera distante y nunca llega a establecer una conexión emocional con estas personas. Únicamente obtenemos un retrato emocional competente de Alik, y es por su actitud invasiva, tratando de eliminar espacios entre ambos a pesar de la intención de Velja de mantener las distancias. En ese sentido es casi un desperdicio narrativo reducir el punto de vista de su madre y su amigo Stepan, sus dos principales vínculos emocionales en Minsk, a una subtrama cómica de fondo mientras de frente simplemente estamos viendo a la protagonista a sus cosas sin sacar nada en claro de los personajes que la rodean.
Lo que salva los muebles, y lo hace de una forma notable, es que en ningún momento se pierde la conexión emocional con la protagonista, por lo que incluso cuando está rodeada de personajes que más bien parecen meras circunstancias adversas, la historia sigue funcionando. Así, pese a que deje que desear la caracterización de su entorno o que simplemente la cinta no la priorice, sigue funcionando a ese nivel básico. Para este respecto es esencial la excelente interpretación de Alina Nasibullina, que retrata con gran eficacia a su personaje y los vaivenes emocionales que sufre a lo largo de todo el filme.
En general, Crystal Swan termina siendo una buena película a la que tal vez se le pueda achacar que haga cargar todo su peso en la protagonista, y particularmente en la actuación principal, impidiendo que observemos al resto de personajes y situaciones más allá de su punto de vista y estado de ánimo. Como odisea personal cumple a la perfección, reflejando las circunstancias opresivas que rodean a su propósito simple de lograr un visado, como historia más completa y con más aristas termina resultando brusca e insuficiente, quedándose con lo básico. Con una ejecución notable, pero sin llegar más allá. Asegurando una experiencia inmersiva y eficaz, pero poco memorable y con la sensación de que sencillamente no puede o no le interesa apuntar más alto.