Ha llegado el momento de recordar para Pawel —alias Ringo— unos veinte años después de aquel verano de 1964, cuando se enamoró de la joven Ania con la que tuvo una hija. La niña que ahora lo observa mientras patina por los pasillos del juzgado. En su cabeza lleva puestos unos cascos con los que escucha Yesterday de The Beatles, la misma canción que resuena en la cabeza de su padre, hasta regresar a esa fiesta en el campo, invadida por la música de la orquesta que tocaba un Tango Rumba, popular por entonces. Una celebración llena de vecinos o sus cuatro amigos, también compañeros de clase y del grupo de pop. Esa era la época en la que dejarse crecer la melena y no cortar el flequillo suponía un acto de rebeldía frente al párroco, al maestro militar o a la familia.
La casualidad une dos producciones tan distintas y separadas en el tiempo como el nuevo largometraje de Danny Boyle con el primero de Radoslaw Piwowarski. Aunque el realizador polaco ya poseía una experiencia dilatada desde 1969 con sus cortometrajes y trabajos para televisión, no debutó en el cine hasta rodar este largometraje, premiado en el Festival de San Sebastián de 1985. Un año después sirvió para inaugurar una de las cuatro salas de los Cines Renoir con un éxito de público moderado. Y más de treinta después es una producción bastante olvidada, que comparte su título con un estreno comercial —rizando el rizo— que aborda la desmemoria global sobre el cancionero escrito por The Beatles, al menos el que tiene a John Lennon y Paul McCartney como compositores. Es difícil calibrar el descuido o desconocimiento por parte del guionista Richard Curtis y el citado Boyle, respecto a este film polaco. Tampoco importa porque sus puntos de unión solamente los tienen con sus protagonistas jóvenes que comparten un romance. Incluso los temas musicales, famosos en cualquier caso, no sirven a los mismos fines para sus historias. Desde el punto de partida, la producción británica sustenta su sentido, estructura y razón de ser en el repertorio “beatlemaniaco”, con todos los lugares comunes y burlas derivadas de la desaparición a nivel global —mental y físico— de los cuatro fabulosos, como si jamás hubieran existido.
La producción antigua, sin embargo, se apoya en el valor sentimental o evocador de cuatro canciones concretas, además de la que da razón al título. Así se suceden She Loves You, en una interpretación a la batería del protagonista, declarando su amor por Ania. And I Love Her, en otro momento íntimo de los personajes. I Saw Her Standing There, cuando los cuatro amigos ensayan pletóricos, hasta que se funden los plomos de sus precarios amplificadores. O Love Me Do, en su versión original y otra con la letra transformada por el tutor de los alumnos, que sustituye en la batería a Piotr, con el ridículo verso Mayo, lindo mayo —Maj, słodki maj—. Los temas de los de Liverpool son aportaciones que dan ritmo, vuelo y calidad sonora a la película, pero no están por encima de la historia narrada, la de esa evolución personal de la pareja protagonista y sus relaciones con los demás personajes, fundamentalmente con la tía, el profesor castrense y el compañero John. El largo discurre desde una comedia de costumbres con un humor negro preponderante en las escenas de la tía que cuida de su sobrino, con la peculiaridad de poseer desde joven su ataúd porque ni el médico que asistió a su parto ni el resto de familiares le daban más que tres o cuatro años de vida. El contexto social de mediados de los sesenta en una Polonia casi soviética, se refleja en el carácter militar del colegio al que acuden los chicos, con clases de aprendizaje para colocarse máscaras antigás, incluidas en el curriculum académico. Además de la particularidad religiosa católica de aquel estado, similar en oscurantismo y servidumbre a la de otros países latinos como el nuestro. Yesterday es un film de carácter amable que no maneja del todo bien su paso desde una primera mitad jovial, luminosa, hasta alcanzar un metraje posterior dramático, aunque consecuente en su desarrollo. Sus valores cinematográficos no justifican los galardones obtenidos en su momento, aunque sí sea una producción que resulta fluida, con personajes propicios a la simpatía. También con numerosas secuencias notables, como la de la tía acudiendo al cementerio con su féretro, o esa otra de la carta que lee Ania directamente a cámara, al tiempo que camina por la estación ferroviaria. El uso expresivo de la fotografía en blanco y negro para el presente y segmentos dramáticos como el del pabellón psiquiátrico, frente al color para la mayoría del film. Se le puede objetar el uso de doblaje en lugar de sonido directo. Y funciona incluso por su descuido formal aparente, ese por el que renuncia a una planificación preciosista y echa mano del zoom repentino o la panorámica para un reencuadre, métodos que tal vez parezcan forzados, pero al menos capturan la emoción requerida por la historia. Pero usar canciones como las de los cuatro magníficos tiene un precio para el presupuesto de una obra tan entrañable como imperfecta.