The Chain podría pasar perfectamente por una de esas cintas con espíritu, factura e intenciones de serie B. Con una historia detrás que mezcla sin ambages ni complejos el terror, el thriller tramposo y el drama familiar hiperbólico. Una combinación a todas luces de difícil ensamblaje que solo a través de la pertenencia orgullosa al cine de género puede justificar sus múltiples incoherencias o, poniéndole eufemismo al asunto, trampas de guion y ejecución.
En el fondo, lo menos importante en The Chain es averiguar su propósito o tan siquiera saber de qué va exactamente la película. De lo que se trata es de lanzar las piezas del puzzle encima de la mesa y entretener al personal no tanto a través de su encaje sino de aparentar que se está ensamblando.
Porque si de algo no adolece el film es de su capacidad, gracias a su montaje ágil y travieso, de captar la atención, de que lo rocambolesco aparezca como lógico y que, contra más enrevesado y digresivo parece el laberinto más ganas tenemos de averiguar dónde y, sobre todo cómo, encontrar la salida.
Sin caer en el spoiler podemos asegurar desde aquí que tal resolución no existe, o al menos no entendida como parrafada visual explicativa sino más bien como concatenación de detalles, de giros tan grotescos como simpáticos que pretenden dar un mínimo sentido a la narración. En este sentido podríamos incluso hablar de film interactivo en tanto que deja en manos del espectador los límites de la credibilidad y, en cierta forma, del disfrute.
Cierto es que no hay demasiado énfasis en aspectos tales como la dirección de actores o de dotar de un dibujo psicológico a los personajes. Más bien se trata una vez más de articular, mediante sencillos mecanismos de trazo, una colección de clichés con los que comulgar rápidamente sin hacer(se) demasiadas preguntas. Personajes en definitiva con los que dibujar un rápido mapa de la situación en torno a la tonalidad de los grises de su comportamiento, añadiendo un colofón infalible poniendo a Ray Wise, icono genérico por excelencia, como villano sin matices de la función.
Así pues The Chain sigue aquella máxima que dice que sí parece una serie B, huele como una serie B, y funciona como una serie B, lo más probable es que lo sea. Pero eso sí, apelando a ello desde una honestidad y falta de prejuicio total. Da igual poner en el mismo saco a actores desconocidos, a una Neus Asensi en horas muy bajas o a iconos como el mencionado anteriormente. De hecho, si el film funciona, es precisamente por esta apariencia disfuncional del retazo improvisado.
No estamos pues ante nada que sea memorable ni para lo bueno ni para lo malo sino más bien ante un film juguetón, sin mayores pretensiones que la diversión a cualquier precio que, a veces, peca precisamente de falta de ambición y más teniendo en cuenta que parte una premisa cuando menos sugerente. Un film pues tan desaprovechado como divertido, tan pasatiempo (en su mejor acepción) como olvidable.