Agradezco a Cine Maldito el enorme honor que me presta al poder reseñar en el espacio obras menores el primer largometraje sonoro del gran maestro del cine japonés y en mi humilde opinión el más grande director de la historia del cine: Yasujiro Ozu. Autor esteta de enorme plasticidad, Ozu desarrolló una exitosa carrera en el mudo japonés legando obras de la talla de He nacido… pero, Historia de una hierba errante o Un albergue en Tokyo, filmes todos ellos que poseen las señas de identidad que caracterizaron su cine: estudio de las relaciones familiares, enfrentamiento entre tradición y modernidad y viajes vitales en los que los protagonistas experimentan una profunda evolución a través de historias sencillas impregnadas de realismo.
Reacio a aprovechar las virtudes del cine sonoro, no fue hasta 1936 cuando Ozu se decide a filmar su primera obra sonora: El hijo único. Película cien por cien Ozu con utilización de típicos planos fijos a ras de tatami tan presentes en el cine del maestro japonés y que se beneficia de interpretaciones contenidas de actores sonrientes que no dudan en mirarnos directamente para compartir con el espectador sus sentimientos sin máscaras ni artificios. Igualmente se entremezclan secuencias en exteriores mostrando los cielos, montes y campos japoneses con los peculiares planos de interior en los que la cámara de Ozu calcula con el ingenio y la precisión de un ingeniero de caminos el espacio exacto entre los huecos de las estancias para filmar el plano perfecto.
El hijo único narra con naturalidad y sencillez la historia de O-Tsune , una viuda que trabaja duramente en una fábrica rural de seda para mantener a su único hijo (Ryosuke). Éste es un chico inquieto e inteligente que sueña con poder estudiar en Tokyo. A pesar de que no dispone dinero para poder dar estudios a su hijo O-Tsune animada por el profesor Okubo decide vender sus posesiones para poder hacer realidad el sueño de su hijo de hacerse profesor con el anhelo de que en el futuro pueda ser el hombre importante que nunca podría llegar a ser si se queda en el pueblo sin estudiar honrando de esta manera la memoria de su marido.
Pasados los años O-Tsune viaja a Tokyo para reunirse con su hijo, al cual no ve desde que partió a estudiar. En el viaje descubrirá que Ryosuke no ha cumplido su ilusión de convertirse en profesor de prestigio y rico, sino que es un modesto maestro de matemáticas en la escuela de tarde con un mísero salario con el que a duras penas consigue subsistir junto a su mujer y su hijo y que no le llega para poder financiar la actual estancia de O-Tsune, debiendo pedir dinero prestado a su jefe y compañeros para poder atender a su madre recién llegada. En su estancia en la ciudad visitarán al antiguo profesor de Ryosuke, el señor Okubo que igualmente lleva una vida triste y fracasada friendo costillas en un restaurante, y asistirán a la proyección de la película sonora alemana Lover Divine que aburre someramente a O-Tsune (escena de gran humor negro y guiño de Ozu a su amor por el cine mudo).
Gastado todo el dinero, Ryosuke confesará a su madre que se siente un fracasado al no poder cumplir las expectativas que estaban depositadas en él. Decepcionada ante la actitud de su hijo, O-Tsune le instará a que persista en su lucha por alcanzar sus objetivos y decepcionada por la actitud de su hijo acabará confesando a Ryosuke las privaciones que tuvo que acometer para poder enviarle a estudiar. Esta revelación persigue el objetivo de que Ryosuke no se resigne y siga peleando por convertirse en un hombre de éxito. Sin embargo Ryosuke le demostrará que aún mantiene viva su dignidad al gastarse el único dinero que le quedaba para ayudar a pagar los gastos de hospitalización del hijo de su vecina. Este último gesto devolverá el orgullo maternal a O-Tsune antes de regresar de nuevo a su pueblo.
El hijo único ostenta estrechos vínculos argumentales con películas como Los cuentos de Tokyo, Las hermanas Munekata, Había un padre, Primavera precoz, Primavera tardía o Una gallina en el viento que describían del mismo modo complejas relaciones en el ámbito conyugal, fraternal y paterno filial de la familia media cuya tranquila existencia es alterada por un acontecimiento que provoca un cambio en el ‹statu quo› doméstico. Ozu, como todos los genios, logra que películas sobre el papel tan parecidas en guión y puesta en escena cinematográfica gocen de rasgos distintivos que las convierte en piezas únicas.
Ozu narra con habilidad y sinceridad esta bonita historia familiar de gran humanismo, tan del gusto del director japonés, en la que el espíritu de derrota y melancolía vence al habitual optimismo característico del cine de Ozu, dejando una sensación de profundo dolor ante la inutilidad que tiene la vida malgastada por la consagración de la misma a un único objetivo que ha sido castigado con el fracaso. Asistimos a una historia sin disfraces de superaciones no rebasadas descrita con una autenticidad que nos hiela la espina dorsal. El público se identifica fácilmente con historias cotidianas con diálogos auténticos no trascendentes como los que tenemos diariamente con nuestras mujeres e hijos. Maestro del estilo corriente no ornamentado, con silencios que recorren nuestros oídos atentos a cualquier sonido que consiga interrumpir la calma siendo El hijo único una excelente carta de presentación del cine que posteriormente desarrollaría ese espía de la espontaneidad que fue Yasujirō Ozu.
Todo modo de amor al cine.
Sin duda una obra maestra. Cada vez que veo cine clásico japonés no puedo evitar pensar en los benshi (los narradores orales que acompañaban las proyecciones) y su gran influencia en la forma en que se desarrolló este arte por aquellas tierras. La incursión de Ozu en el cine sonoro es, como mencionas, hecha con maestría absoluta en la forma en que se intercalan los momentos de silencio y los diálogos. Una de las cosas que me fascinan de su obra es que se pueden distinguir sus películas viendo un sólo frame, tal es su impronta en la composición estática del plano. Podría escribir mucho más pero lo dejo por aquí. Un deleite de reseña, como siempre.
Y que lo digas. Es uno de mis directores de cabecera. No sé que tiene su cine (quizás su sencillez, su estilo personal, sus actores mirando a la cámara haciendo partícipe al espectador de sus confesiones) que engancha. Y eso que como comentaba, muchas películas comparten planos calcados (los famosos pasillos de las casas japonesas, las escaleras, las escenas de bebedores de sake, de niños llorando con gorra de baseball, etc). Su cotidianidad es tan cercana que asusta. Sus planos perfectos. Un matemático metido a cineasta. Sin duda el más grande director de la historia. Y como bien dices, ese silencio, que tan reacio fue a a abandonar. Podríamos escribir manuales y no cansarnos jeje :)
Me gusta, me gusta que se sigan recordando películas tan desconocidas en la actualidad, y más en concreto de mi director favorito, un director que cae habitualmente en el olvido por parte del gran público, estafador para algunos y genio para tantos otros, creador de auténticas sensaciones introduciendo pequeñas variaciones en el guión dando películas distintas pero semejantes. Más en concreto esta ‘El hijo único’ que asume el papel de primera película sonora de Ozu y pasa el examen con nota, en mi opinión llegó bastante temprano en su cine, quizás hubiese quedado mucho mejor habiéndose realizado por la década de los 50 donde desarrolló la ‘Trilogía de Noriko’, de lo mejor que he visto en mi vida.
Muchas gracias por el comentario amigo Juan. Como bien dices este monstruo del cine, quizás el mejor director que ha dado el cine por su puesta en escena tan personal e historias tan humanistas y maravillosas que narraba con una sencillez escalofriante, no es muy reseñado en las web de cine en español. Esa es la labor que intentamos desarrollar en la WEB, hablar de obras que otras WEB no hablan e intentar descubrir a las nuevas generaciones de jóvenes cinéfilos obras maestras de directores que han cimentado la leyenda del cine. Ozu es magistral. A mi me encantan sus obras mudas He nacido pero… y El albergue de Tokyo. Muy próximas ambas al futuro neorrealismo italiano. Ozu ya era neorrealista sin etiquetado. Sus obras de los 50 (y también de los 40, no olvidemos una gallina en el viento y memorias de un inquilino que son brutales ambas) son magistrales todas. Para mí la trilogía que comentas: Primavera tardía, El comienzo del verano y Cuentos de Tokyo es difícilmente superable por cualquier otra trilogía de la historia del cine (incluida el padrino). Comparto tu sensación de haber contemplado 3 obras de arte que se marcan a fuego en el alma. Son todas obras maestras absolutas. Su estilo minimalista, naturalista al que no le hacía falta ornamentos para transmitir sensaciones profundas es inigualable. Hablar de Ozu siempre es un placer y con un fan de primera línea como tú, un honor. Un saludo!
Y que no se me olvide comentar. Para mí El hijo único, no llegó tarde. Llegó en el momento justo para cambiar del mudo al sonoro. Tiene muchas de las características del cine de Ozu: esos planos subterráneos, actores mirándonos directamente a los ojos, sonrisas, tono humanista, historia de carácter familiar en la que se estudia a fondo la relación madre e hijo (en este caso la madre viaja a Tokyo para ver a su hijo después de años sin encontrarse y descubrir que los sueños de su hijo no se han cumplido, tema este el de la decepción muy Ozu) y me encanta ese guiño de humor en el que la madre se duerme viendo la película sonora. Quizás no tenga el nivel de sus grandes obras maestras, pero si que es una grandísima película. Como todo Ozu. Un saludo