Compulsión es una película que tiene varias particularidades anexas a su condición de ópera prima: una ambiciosa concepción del thriller psicológico como envoltura al desarrollo de su trama, ciertas transgresiones en su puesta en escena y un premeditado intento de aportar frescura a sus figuras argumentales. Respecto a esto, el debutante Ángel González se centra en una pareja aparentemente feliz formada por una cohibida Esther y un enigmático Robert, quien desde un primer momento se nos muestra con predisposición a unas infidelidades que dejan entrever unas pretensiones para el placer mucho más oscuras y extremas. Cuando Esther comience su particular investigación acerca de las colaterales andanzas de su pareja, descubrirá las siniestras coyunturas que esconden los encuentros sexuales del hombre.
Bordeando las finas líneas entre el thriller intimista y los efluvios grotescos del terror afín al extremo visual, la película propone ser un ejercicio de estilo donde el ritmo queda condensado en poco más de 70 minutos; los tropos habituales de las cintas de su especie son adornados bajo una planificación escénica con el empeño de disimular una evidente carencia de medios, en base a una predisposición cuasi teatral (tan solo un par de escenarios serán los explotados hasta el extremo) que mantiene el tipo durante todo el metraje salvándose la repetición de clichés con un buen par de maniobras conceptuales; por una parte, lo obstruido de la carga visual de sus escenas añade unos tintes claustrofóbicos y opresores a las escenas de impacto (administradas con medida), permitiendo que la propia cinta aborde unas capas narrativas al servicio del otro interesante concepto que se maneja: la carga y evolución psicológica de sus dos personajes principales, especialmente logrado en lo concerniente al personaje femenino (sobre el que recae, de manera lógica, la capacidad empática por parte del espectador) en todos y cada uno de los hechos y descubrimientos de los que seremos testigos. La responsabilidad actoral es muy grande a la hora de lograr una conexión con la película, siendo el trabajo de los intérpretes una buena valía para la misma; captan a la perfección la inclinación dramática de un conjunto de escenas más ligadas al horror convencional (circulando muy cerca por las líneas estilísticas del ‹torture porn›), aportando un punto de vista formal que difiere, en frescura y atino, con el de otras propuestas similares.
Esa intensidad dramática circula de manera paralela a la ejecución de la tensión, amén del punto de vista cercano a la hora de retratar los más disruptivos toques del horror, creando en Compulsión una identidad fílmica muy personal. Otro interesante planteamiento circula alrededor de la ópera prima de Ángel González, como es la inevitable idiosincrasia de la figura del ‹psycho killer›, coyuntura que nos es presentada ya desde el propio ‹opening› de la película; y es precisamente la ausencia de ese carácter personal alrededor del asesino lo que también añade singularidad a esta propuesta, al obviarse el intento de justificar con traumas pasados o antiguos hechos la furia homicida de este interesante antagonista. Predisposición acertada ante la evidente querencia de la propia película de ejecutar toda una maniobra de estilo directo y pocas concesiones, amén de reforzarse argumentalmente con algunos giros, predecibles para los espectadores más avezados en estas lides, pero no carentes de interés.
Conviene agradecer a los responsables de Compulsión la acertada ausencia de propósitos de transgresión, siendo fieles a los parámetros habituales de este tipo de tramas pero con la indómita vehemencia del debut. Estamos ante uno de los típicos casos en los que la buena gestión de la escasez de medios origina una pieza que se da confianza a sí misma, y que asimila las aristas de su género creando un talante que acaba por constituir la gasolina que hace que el motor de la obra carbure con mucha naturalidad. Sería injusto criticar Compulsión por no suponer ningún tipo de evolución en una premisa argumental ya tan distendida como es la del ‹psycho killer› oculto en las cotidianidades de la sociedad, pero Ángel González revisita esta coyuntura procreando una película de rápida ejecución y ágil visionado. Su buena concepción de esa fina división, a la par que equilibrada, entre el thriller y el terror, sin caer en lo burdo, es una de las mejores cualidades que se le pueden atribuir a esta interesante ópera prima.