7 raons per fugir viene cargada de elementos de notable potencial. Más de uno la salva del naufragio en reiteradas ocasiones. El más evidente, su irresistible conglomerado de buenas intenciones. La ópera prima del triplete Quinto, Soler y Torras está conformado por siete historietas aunadas por el enésimo manifiesto de indignación social. Ahí aparecen, por supuesto, temas tan (necesariamente) recurrentes como la incomunicación, el capitalismo, la explotación laboral, la institucionalización de lazos conyugales (en otras palabras, el matrimonio) o la burbuja inmobiliaria. ¿Cómo resistirse, pues, a la suculenta propuesta de destripar, trozo a trozo, cada una de las convenciones que en este último siglo (en el mejor de los casos) han deteriorado paulatinamente las vidas occidentales? Otro elemento es el inspirado acierto de cada una de las premisas. Cabe decir al menos, que todos los episodios cuentan con un interesante punto de partida. Ya sea por su indisimulada bestialidad (caso del primero) o por el juego alegórico que representan (caso del último) todos cuentan con un efectivo reclamo.
El problema está en las evidentes dificultades que casi todos presentan por redondear su acabado. Algunos agotan su potencial tan pronto como arrancan, otros no encuentran un final convincente. Los hay también que pierden el norte al sucumbir a la seducción de lo políticamente incorrecto. Es en ese sentido que la película encuentra su salvavidas en el atractivo de sus propuestas: apenas llega la decepción, el interés despierta de nuevo gracias a la aparición del siguiente episodio. Aún así, la decepción nunca es completa. En parte, gracias a que la corta duración de cada relato ayuda a que su fondo, su carácter antisistema, persista hasta el final. También tiene parte de culpa el brillante arranque de la película, confiado al que sin duda es, a mi entender, el mejor episodio de todos. Igualmente reivindicable es el que se titula Propietat, a cargo de los actores Ágata Roca, Alain Hernández y Albert Ribalta. A pesar de su tal vez innecesaria coletilla, tanto diálogos como fondo y argumento encuentran el perfecto equilibrio entre lo cínico y la denuncia, lo dramático y lo macabro; en un elegante acabado que goza de envidiables reminiscencias a la serie Black Mirror.
Me parece preciso comentar dos elementos más de la película. Ambos comparten la particularidad de acarrear, por distintas razones, tanto aciertos reivindicables como pequeños lastres desafortunados. Uno de ellos es la evidente semejanza que guarda 7 raons per fugir con la argentina Relatos salvajes. En primer lugar, por su condición episódica con carácter antisistema. En segundo, por una cuestión estilística, tanto estética (historietas situadas —mayoritariamente— en espacios cerrados y protagonizadas por un número de personajes reducido) como formal (combinación de realismo con esperpento, salto de lo contenido a lo excesivo…). A favor de ello puede decirse que tomar como referente piezas prestigiosas para plasmar en la pantalla temáticas locales supone una iniciativa digna de aplauso. En contra, cabe señalar que la comparativa será inevitable; y que ésta jugará un papel más que negativo para el producto en caso de que no logre situarse, como mínimo, a la misma altura que su fuente de inspiración.
Por último, está el bilingüismo. En sí, me parece una iniciativa aplaudible y necesaria. Nada que objetar a los directores que entienden el catalán como un lenguaje tan normal como cualquier otro, alejados de tan característico temor a perder prestigio por el mero hecho de usarlo. Además, en el caso de la película que nos ocupa, tiene sentido alternarlo con el castellano puesto que estas son las dos lenguas más habladas en los espacios escogidos por los autores. Sin embargo, en todo ello puede percibirse, prestando atención, cierta timidez. Lo notamos en el cambio de registro de los personajes: puesto que los catalanoparlantes cambian automáticamente de idioma en presencia de los castellanos, ambas lenguas jamás llegan a coincidir (ni que decir tiene que el fenómeno contrario no se da en ningún momento). En mi opinión, teniendo en cuenta el carácter antisistema de la película y dada la indiscutible situación de inferioridad en que se encuentra el catalán al convivir (gustosamente) con la segunda lengua más hablada del mundo, cabía esperar una actitud un poco más inconformista respecto al tema lingüístico.