Como sucede en medio mundo, los reality show de música pegan fuerte en China. En concreto, el programa China’s Got Talent fue capaz de reunir a centenares de millones de espectadores frente a la TV. Para evadirse de la rutina, pocas cosas hay mejores que escuchar música; esta circunstancia, combinada con el interés que siempre despierta el hecho de contemplar la aparición de nuevos talentos, amén del aroma competitivo que intentan desprender esta clase de shows, pueden ser los factores que justifiquen semejante éxito. La realidad es que por la pantalla desfilan personajes de todo tipo, desde voces hermosas hasta simples personas envueltas y presentadas como un producto de marketing.
Precisamente China’s Got Talent es el programa que despierta la ilusión de un grupo de niños ciegos que residen en el Tíbet. Su pasión por la música y otras razones personales impulsan su deseo de acudir al show y presentarse ante el país más poblado del mundo. El desafío es triple, eso sí: la ceguera, la oposición de su profesor y el hecho de que Shenzhen, región donde se celebra el concurso, se encuentra en la otra punta de la nación. Nada de eso impide, sin embargo, que cuatro niños se armen de ilusión y confianza y, con solo un ojo sano de los ocho que emprenden el camino, traten de guiar sus pasos hacia un esperanzador destino.
La historia real de esta curiosa peregrinación se narra en Ballad From Tibet, película china dirigida por Zhang Wei. Como muchos otros niños ciegos del país, el cuarteto formado por Thumpten, Droma, Sonam y Kalsang deleita sus oídos escuchando a las voces más dulces que pasan por el programa. Esta secuencia es la que abre el film y, a la postre, se podrá considerar como una de las más logradas, tanto por la hermosa canción que suena de fondo como, especialmente, por ser capaz de resumirnos la esencia de la película y de sus protagonistas en apenas unos instantes.
Desde estos primeros compases, queda claro que la obra de Wei pretende desprender un aroma familiar, fruto de su combinación de esperanza, humor, épica y lección de vida. Ballad From Tibet no engaña a nadie, quiere narrar la historia de estos chavales desde el punto de vista de que nada, ni siquiera la falta de visión, puede suponer una barrera para nuestros sueños. Objetivo un tanto empalagoso en su concepción pero que, en la práctica, no llega a superar las dosis de azúcar toleradas. Más bien al contrario, los momentos emotivos son lo mejor que tiene la película y alcanzan su punto culminante en las escenas finales de la misma. Es en la infantiloide parte humorística y en una dosis de épica no del todo bien suministrada donde el film flojea más. Quizá por pretender elaborar un trabajo con ideas demasiado globales, quizá por un exceso de pasión a la hora de reflejar la odisea de los niños, Ballad From Tibet decepciona en su parte más importante, la que alimenta su espíritu de road movie, dejando lo mejor para el inicio y el final de la misma.
El fin no justifica los medios en muchos casos. En lo que se refiere a Ballad From Tibet, sí existen fundamentos para desechar la anterior idea y pensar que el objetivo de relatar la importancia de esta historia real puede más que la manera en la que se traslade al cine, pero no por ello existe la necesidad de engrandecer al film más de lo que en realidad es. Se trata de una historia bonita, con escenas muy emotivas y que emite varios mensajes positivos, pero que peca de una gran falta de profundidad en su desarrollo, aspecto probablemente motivado por esa voluntad familiar a la que hacíamos referencia con anterioridad.
Buenas tardes. Quisiera saber dónde se puede ver o comprar esta película. Gracias.