El narcotráfico es una de las actividades más perseguidas por la ley en todo el mundo. Pese a las duras condenas que impone a los infractores, sigue siendo una alternativa de supervivencia y de enriquecimiento para algunas personas que, por su labor de transportar droga de manera clandestina, son conocidos como “mulas”.
Sea por aire, mar o tierra, las mafias de la droga han ideado una serie de variantes para cumplir con su objetivo de dirigir la mercancía ilícita desde su lugar de producción hasta algún sitio de consumo.
Colombia ha abordado en su cine esta temática que, además, está muy relacionada con una histórica realidad. Lo ha hecho con especial sutileza y en el contexto de determinados fenómenos socioculturales.
Una de las mejores películas al respecto es Manos Sucias, del director estadounidense Josef Kubota Wladyka, que basó el argumento en relatos reales de pescadores afroamericanos de la costa colombiana.
A través de esta película se disecciona una cruda y compleja situación que viven algunos poblados en determinadas zonas empobrecidas del país sudamericano. En este escenario, el único sendero de esperanza para un progreso económico es convertirse en una estrella del fútbol, cantante de rap o narcotraficante.
En el marco de un conglomerado sumido en un ambiente de violencia y en donde la presencia militar es permanente pero ineficaz, Manos Sucias aborda la historia de dos muchachos que buscan una oportunidad de ganar dinero llevando un encargo de cocaína a otra zona costera del Pacífico.
El más joven de ellos, aún inmaduro, no tiene ningún temor en insertarse en esta actividad. La considera como un reto normal para obtener recursos que le permitan una mejor manutención de su hijo recién nacido. Se le nota feliz y hasta realizado porque ha logrado un objetivo del que cree que solo pocos son elegidos para alcanzarlo. Pronto se dará cuenta del tenebroso mundo en el que penetró.
Kubota enfoca en su filme a una de las acciones más intrépidas que utilizan los traficantes de drogas, como es el uso de submarinos artesanales para transportar sus empaques, que son arrastrados por pequeñas canoas de pesca en largos trayectos marítimos.
Esta travesía es abordada en un contexto de aventura y desesperación, pero también con un alto nivel dramático. La convivencia de los dos jóvenes con el jefe de la misión es tensa y cargada de racismo. Se evidencia cómo la mafia ejerce una verticalidad radical en el mando y busca siempre mecanismos de sumisión y temor de quienes ha empleado para sus misiones. Pero, muchas veces, la soledad, la ansiedad, los recuerdos y situaciones inesperadas darán cabida a rebelarse.
Los diálogos entre los personajes están bien elaborados y la jerga mafiosa destaca en cada palabra. Las conversaciones y reflexiones sustentan además determinadas cosmovisiones, debilidades, anhelos y hasta frustraciones. El filme es impecable en estos aspectos, que le permiten activar un relato con mucho realismo.
Las actuaciones son memorables, especialmente de la pareja protagónica, conformada por Cristian James Abvincula y Jarlin Javier Martínez. Sus presencia artística acapara casi toda la película y son el sostén de un argumento envolvente.
El escenario natural utilizado es otro gran logro de Kubota para no dejar escapar ningún detalle para representar una historia auténtica. La travesía del pequeño barco por el mar y la costa es muy resaltada en la composición de la imagen. De este modo, el espectador puede testificar la existencia de lugares que parecen extraños pero que son parte de la identidad geográfica del litoral sudamericano.
Este recurso hace que también la película revele determinadas cotidianidades humanas y demuestra la inmensa capacidad del hombre en adaptarse a su hábitat. Llama la atención, por ejemplo, la ingeniosa adaptación de una motocicleta a ser usada en una línea férrea para atender las necesidades de comunicación de la apartada zona. El curioso medio de transporte es fácil de desarmarlo para que dé paso a otro que viene en contravía.
Manos sucias es un documento fílmico que enfoca la vida de «las mulas» y de cómo éstas son capaces de iniciarse con ingenuidad o desesperación en el peligroso negocio e ir mutando en su conducta hasta convertirse en seres violentos porque la protección de la mercancía se torna vital para evitar las represalias de la mafia.
La pasión está también en el cine.