Entre los seleccionados en la competición oficial de cortometrajes de la 69ª edición del Festival de Berlín se encontraba Suc de síndria, el nuevo trabajo de la fotógrafa y cineasta catalana Irene Moray (Barcelona, 1992), que ha sido elegido desde el certamen como candidato para las nominaciones de los próximos premios de la Academia Europea de Cine. Desde la captura de la intimidad de su protagonista con su pareja durante unas vacaciones lejos de lo urbano hasta la observación de su relación con su cuerpo y su entorno o la interacción con sus amigos, Moray establece una conexión formal y discursiva entre la fragilidad interna y su expresión hacia los demás. Todo con el proceso de superación de un trauma que atraviesa cada plano desde un fuera de campo que se va apropiando de la narración progresivamente hasta definirla por completo, pero siempre en los términos de su personaje principal. Así se muestra la habilidad de su directora para manejar tanto la evocación sensorial como el aspecto físico de la interpretación y la observación para elaborar su retrato psicológico. Con Irene Moray hablé del relevante contexto social de su cortometraje, su proceso creativo, la inclusión de Elena Martín en el proyecto, las distintas aproximaciones visuales que utiliza en sus escenas, la visibilización de la violencia sexual contra las mujeres y el estigma de víctima asociado que intenta subvertir dentro del relato.
Ramón Rey: ¿Hubo alguna situación personal o de tu entorno que usaras de base para crear la historia de Suc de síndria?
Irene Moray: Como he creado hasta ahora es que se me ocurre una cosa, la escribo en una tarde y de repente tengo un guión. Realmente no es que yo le diera vueltas a nada. Esto me vino un día. Si pienso de qué me viene esto, sí que a mi alrededor he tenido a muchas mujeres que han pasado por esto. He trabajado como terapeuta de reiki y me sorprendí mucho de que me vinieran muchas mujeres de veinte a cuarenta y cinco años que no podían tener orgasmos. O no podían al lado de un hombre. Mezclas todo un poco. A mi me duele —y creo que a toda mujer— cuando veo una noticia de otra mujer violada y asesinada. Esta normalización de incluso cosas más pequeñas, que parece que no serían abusos, pero que les pasa a amigas mías con sus novios o chicos que conocen. Era un poco decir que a estas mujeres no se les está dando la oportunidad de sanar eso o de seguir con su vida. No se visibiliza la posibilidad de estar bien. Como que están obligadas a ser eternas víctimas como la mujer de “La Manada”, que subió una foto en Instagram y se le criticó. Era la voluntad de ofrecer una posibilidad con esperanza para estas mujeres.
R. R.: ¿Cómo entra Elena Martín en el proyecto? Sería difícil encontrar una actriz que tuviera esa capacidad para expresarse físicamente, su naturalidad o que cumpliera con lo que tu esperabas para el personaje.
I. M.: A Elena Martín la conocía porque había hecho la foto fija de su peli en Berlín (Júlia ist, 2017). Pese a que tenía cierta confianza, no éramos amigas pero el día que escribí el corto se lo envié. Le dije que necesitaba que leyera esto. No sé por qué, fue intuición. Fue de las primeras personas que lo leyó. Le encantó y se emocionó mucho. Se puso a llorar y me lo dijo. Me envió un correo muy bonito y entonces me vino que lo tenía que hacer ella. Todo ha sido un proceso muy intuitivo en este corto. Entonces fue como que lo tienes que hacer tú y me dijo que perfecto. Y ya está. Fue así de fácil. Ha sido increíble trabajar con ella y contar con una persona tan sensible. Pero ya digo, entró por intuición de ambas, que sentimos que tenía que surgir así.
R. R.: En el corto se perciben como tres aproximaciones formales distintas. Sobre todo llaman la atención en los momentos de intimidad física, que decides cerrar el plano y centrarte especialmente en los rostros, las reacciones, la complicidad entre ellos.
I. M.: Cuando trabajé con ellos antes de empezar a ensayar les hice hacer unos ejercicios de tantra, de respiración, de sexualidad consciente, de conectar el uno con el otro… creo que hay mucha gente que no conecta con su pareja o con la persona con la que está teniendo sexo. Era muy importante para mí que esta pareja con la situación que tiene lo vivieran desde este lado. En el rodaje también rodé el cuerpo, pero en el montaje no me interesaba. Me quería quedar con ellos y me emocionaba mucho verlos. El amor y la ternura que se creaba. Cosas que también pasan en el proceso de montaje. Y estoy muy contenta de esto, porque creo que no hace falta. Me emociona mucho más estar con ellos.
R. R.: Evitas también así la sexualización o cosificación de los cuerpos, especialmente el de ella que es el que acaba más expuesto. Esto se extiende sobre todo al momento en que el personaje de Elena Martín está sola en el lago, que es un momento de introspección mostrando su fragilidad y aproximándonos a su psicología.
I. M.: En esta escena había algo muy presente: que es que esta chica ya ha hecho proceso un proceso de sanación antes del corto. Está en proceso y tú sólo ves una parte de su proceso. Y entiendes que va a seguir y que lleva tiempo. Sí que habíamos construido que ella con su cuerpo y su desnudez la puede vivir de forma libre cuando está relacionada con la naturaleza. El placer a ella la conecta con la naturaleza, la comida… y el sexo es la única parte del placer con la que a ella aún le cuesta conectar. Esta escena que me dices es muy reflexiva, pero hay esto de cómo está intentando a través de la naturaleza conectar con estos sentidos, con su cuerpo. Por eso en la naturaleza su cuerpo se muestra perfectamente y está exuberante, porque es como si fuera parte del paisaje. Esta naturalidad es lo que quería resaltar.
R. R.: Cuando sales al bosque y al paisaje con ellos dos hay cierta distancia, abriendo mucho más los encuadres, casi como un documental de comportamiento animal fijándote en los pequeños gestos entre ellos. Ahí es cuando desarrollas del todo la relación entre ambos.
I. M.: Era muy importante para mí crear una relación muy sana. Basada totalmente en la ternura, en la compasión, en el respeto. Son dos personas que a veces se equivocan, a veces se enfadan, si se hace algún comentario que le sienta mal pues lo discuten… pero siempre desde intentar ser la mejor versión de uno mismo. Esto es algo que no veo mucho reflejado en las pantallas. El cine, aparte de para denunciar cosas que no nos gustan, también está para crear referentes y mundos posibles. Con el corto intentaba hacer que sé que la sociedad muchas veces aún no está aquí, pero quiero enseñar donde podríamos estar. Quiero enseñar que es posible sanar, que es posible relacionarte con una persona desde un lugar sano, amoroso, compasivo… y que desde aquí cada uno de los dos con sus cosas se van ayudando mutuamente y van creciendo juntos. Sin ser él un salvador ni nada. Él sólo la acompaña. Ella es la que hace su proceso.
R. R.: Gestionas un poco los prejuicios y las expectativas del espectador al comienzo, al no explicar de manera explícita lo que ocurre con la protagonista. Este hecho traumático que está en el fuera de campo va entrando en las imágenes casi inconscientemente hasta el momento en que se revela abiertamente.
I. M.: Intenté que este tema siempre estuviera ahí de alguna forma, pero me interesaba que no se revelara desde el principio. Pero si te fijas, en cada escena del corto esto está presente. En el fondo en la vida es así. En este corto hay una herida que es la que ella tiene, pero podría ser cualquiera. La carencia de uno la lleva en su mochilita, pero luego la vida pasa y es maravillosa también. El corto te enseña esto. Hay momentos de belleza máxima, luego vuelves a la heridita y esto fluye de esta manera. Me salió así, era algo que me salió natural. Había una escena que no estaba al principio cuando escribí el guión del tirón, que es una escena donde discuten un poco. Esto sí que lo añadí para explicar más el problema. A mí al principio me daba miedo que el espectador no entendiera muy bien qué estaba pasando. También trabajé mucho en cómo hacerlo de forma sutil, cómo hacerlo de forma natural, porque enseguida podía quedar como un panfleto si empezabas a explicar muchas cosas. En el cine no es normal que los personajes hablen de cómo se sienten. Lo normal es que lo enseñes. Pero en este corto la gente dice que está enfadada o que quiere sexo. Verbalizan explícitamente lo que quieren. Fue un trabajo fuerte de cómo ser sutil, cómo dejarlo ahí pero no muy explícito.
R. R.: Esa sutileza acaba en la escena de la comida con los amigos, cuando abordas esta idea de que una víctima de violación no cumple con ninguna idea preconcebida de cómo debe comportarse y visibilizando ese problema que tratas de violencia estructural.
I. M.: Es fuerte pero he podido vivir escenas así. Creo que hay poca conciencia y que la empieza a haber. Y muchos hombres están flipando de la cantidad de mujeres que han vivido esto. Este personaje es una tía fuerte como la copa de un pino, que de repente le pega el corte a este para que se calle. Y también está el tema de cómo te comportas hacia fuera a lo que tú ya llevas hecho, que piensas que lo has sanado y luego igual la herida aún sigue.
R. R.: Al final desde lo formal llevas lo íntimo de un trauma a algo que está ligado a su dimensión social —a cómo afecta a su relación con los demás y cómo se puede superar—, pero que es un proceso completamente invisible para la sociedad.
I. M.: Me gustaría que la sociedad entendiera que estas mujeres necesitan también soporte, reconocimiento, un acompañamiento y una compasión. Vamos primero a ver que esto es muy grave y está pasando, vamos a darle la posibilidad a estas mujeres de que no tengan encima que quedarse en casa encerradas, porque si salen de fiesta es que no les ha pasado. Y aparte, vamos a entender que la gente que hace esto, los hombres que hacen esto, no son monstruos. Son tus colegas. En la escena esta que el colega dice que esto no pasa, también lo hice que fuera un poco gracioso porque veo este personaje y a mí me cae bien. Podría ser mi colega pero la está liando. Esto es algo de lo que nos tenemos que concienciar. Vamos a poner conciencia todos juntos a esto.
(Entrevista realizada el 11 de febrero de 2019)
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.