Support the Girls se desenvuelve con la precisión de un toro mecánico. Suave al principio, pero, a medida que pasan los minutos, cada vez más deprisa, haciendo que cada vaivén, cada acelerón, sea una sacudida. Y, al igual que esta atracción de feria, lo hace sin que perdamos dos cosas: ni la perspectiva de lo violento del juego, ni la sonrisa al jugarlo.
Esto es precisamente lo que hacen las protagonistas del film dirigido por Andrew Bujalski, vivir un día a día laboral que, bajo una apariencia inocente como la de camarera de un bar de deportes preeminentemente masculino, se presta al abuso constante sea por lo que respecta a las condiciones laborales o bien por el maltrato o desconsideración de índole machista sexista de los clientes.
Con esta premisa nos encontramos ante una película de desenvoltura ligera que nos introduce en lo que podría ser un día cualquiera de trabajo de las protagonistas. Una jornada que vendrá marcada por multitud de eventos y anécdotas cuya gravedad es variable pero cuya respuesta siempre es inevitablemente la misma: una sonrisa.
La sororidad y la carcajada, la distancia irónica ante un mundo sórdido se configuran como únicas herramientas de combate ante una depredación varonil que parece abarcar todos los ámbitos: en el capitalismo, en las actitudes masculinas que o son victimistas o propias de arrogancia alfa, en las relaciones interpersonales o en el abuso de autoridad de jefes y condescendencia de las fuerzas policiales.
El machismo pues no aparece como actitud y si como ideología predominante. Una visión de la vida apenas perceptible por su omnipresencia y por tanto banalidad. Lo anormal convertido en rutinario se convierte en norma y ese es el estado de excepción en que las protagonistas de Support the Girls son mostradas.
Hablábamos de la sonrisa como arma, pero también se usa como un escudo. Porque hay lágrimas en el film, laterales, contenidas y siempre sojuzgadas bajo la presión de “lo que hay que hacer”, de lo obligatorio social. Un escudo que paulatinamente se irá quebrando pero no como forma de derrumbamiento personal sino como descubrimiento de que la mejor defensa es un buen ataque.
Support the Girls pues se maneja en el ámbito de la reivindicación sin caer en lo panfletario, más bien a trasladar el discurso al ámbito de una comedia de situación, de inofensiva nadería simpática que, detalle a detalle, va dejando poso y constancia de verdades tan dolorosas como auténticas.
Sí, lo mejor de Support the Girls es que, aunque no esconde su vocación de defensa de derechos no actúa como panfleto político y agotador sino más bien como un gran ventanal al que se nos invita a mirar y contemplar sin filtros (o al menos no muy exagerados) la cotidianidad de la mujer trabajadora en USA aunque con traslado fácil a cualquier país de occidente. Al final quizás no hay una victoria, pero sí el grito, la rabia explotando y siempre, siempre, la carcajada contagiosa como forma inequívoca de motivar a unirse a la causa, a la lucha.