Con su experiencia previa en el documental, la directora alemana Nora Fingscheidt establece desde el comienzo en el punto de vista de System Crasher una mínima distancia hacia la niña protagonista que resulta clave para no entrar en el terreno de la explotación emocional barata de un relato durísimo en muchos momentos para el espectador. La joven Helena Zengel da vida a Benni, una niña al cuidado de los servicios sociales del estado, alejada de su familia y especialmente de una madre incapaz de tratar con ella y cuidarla mientras se hace cargo de sus otros dos hijos. Cámara en mano la narración comienza lanzando un patrón que se repite, siguiéndola de cerca. Benni tiene ataques violentos que la llevan a autolesionarse y agredir a otros, además de desencadenarse directamente si alguien toca su rostro. Los ataques la llevan al tratamiento de un hospital, a la búsqueda de un nuevo centro o casa de acogida donde pueda encontrar estabilidad y una rutina que suscite su interés por atender al colegio y seguir las normas. Pero las normas, las terapias y las estrategias para lidiar con sus problemas de ira nunca resuelven realmente el problema. Los encargados de llevar su caso, psicólogos y educadores no pueden acceder a una parte de ella que resulta un enigma, que les permitiría tratar el verdadero origen de su comportamiento errático y rebelde.
La faceta de la directora como coach de interpretación tiene que haber influido necesariamente en la magnífica capacidad de una intérprete de edad tan temprana para conseguir un rango tan amplio y extremo de registros en cuestión de segundos durante sus secuencias. Porque gran parte del poder emocional del film se sustenta en la verosimilitud interpretativa de su personaje central y la autenticidad que provee su mirada hacia ella. Fingscheidt propone dos aproximaciones formales y tonos bien diferenciados para representar estos ciclos de euforia, depresión y equilibrio que experimentamos a través de Benni. Los arranques de la niña se acompañan de musicalización que explora la desbordante energía que proyecta en su expresión corporal, su despliegue físico y la mezcla con esos gritos estremecedores. Unos gritos que, aunque parezcan repletos de hostilidad, son más un aullido que manifiesta dolor y una necesidad de ayuda imposible de comunicar de otra manera. Nadie sabe qué hacer con Benni y con la reiteración narrativa se da un proceso de aumento progresivo de la frustración según avanzan los minutos y las estratagemas fallidas de quienes pretenden asistirla. En esa evolución se estudia el conflicto latente entre el obligado desapego y a la vez el compromiso profesional de los expertos en su cuidado con el riesgo de crear vínculos personales con una niña desamparada cuya situación cada vez más parece no tener salida.
La cinta no olvida ningún aspecto del pasado o el contexto familiar, de la relación con su madre, de la profunda falta de esperanza en una niña que no encaja y que cuando desea hacerlo se ve rechazada. Ninguna familia podrá reemplazar a la suya, pero a la vez sus intentos de apropiarse de una que ella misma escoja se le ven negados. Por un lado System Crasher genera un nivel de tensión por momentos insoportable ante la posibilidad constante de sus recaídas. Así construye en paralelo un desarrollo dramático y caracterización psicológica a través de sus interacciones con otros niños, con otras personas que la acogen y especialmente en la figura del personaje que interpreta Albrecht Schuch (Michael Heller). Es con él con quien somos testigos del mayor acercamiento posible y su mayor capacidad de comprensión al proyectar en ella experiencias propias. Una trampa de la que somos conscientes desde un primer instante por la propia naturaleza de la historia. No estamos ante una película que busque conclusión, sino ante un pedazo de vida incompleta y sin cierre, sin solución. Ese pacto de la directora con el discurso de su obra y con el espectador no se rompe nunca a sabiendas del riesgo que supone eludir cualquier elemento que otorgue cierta recompensa. Su honestidad como cineasta extiende esto hasta su mismo final.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.