Lo primero que puedo decir sobre La gracia de Lucía es que me parece una película desconcertante. En algunos aspectos puede recordar a la obra de Paolo Sorrentino: el juego de cabalgar entre la ironía y lo trascendente, entre la burla y la seriedad. Sin embargo, al trabajo de Zanasi le rodea un halo de comedia del que no se desprende en ningún momento; como también cierto compromiso con lo teológico (cuando no eclesiástico). Y el caso es que ni su carácter cómico es lo suficiente sólido como para abordar el apartado clerical con ironía ni su trascendencia tiene la profundidad necesaria como para contrarrestar la superficialidad de sus chistes. De ahí que la película sea, a mis ojos, una pieza desconcertante. No es que la mezcla de conceptos me desinterese. De hecho, la propuesta de un enfrentamiento entre la figura de la Virgen María y la corrupción inmobiliaria me parece interesante, divertida y simpática. Como también me lo parece el planteo de una reivindicación cristiana que pasa por un inconfundible coqueteo con actividades terroristas. A mi entender, el problema no es tanto la idea como su ejecución.
Es como si el apartado cómico y el teológico no llegaran a encontrarse nunca. Por ejemplo, los guionistas parecen tomarse muy en serio la aparición de la Virgen María, y esto choca constantemente con el tono desenfadado (incluso infantil) que desprende la historia de amor (por así llamarla) entre los dos protagonistas. Lo mismo sucede con el aspecto inmobiliario: es un tema que la película trata con sarcasmo y sin piedad… pero todo atisbo de denuncia queda desvirtuado por este enaltecimiento a la religión que los guionistas parecen haberse propuesto transmitir. Por otra parte, y centrándonos ahora en cada tema de forma individual, cabe decir que, en lo relativo a la religión, el trabajo de Zanasi no logra superar las fronteras del panfleto. Por lo que respecta a la comedia, puedo decir que el resultado final apenas logró arrancarme un par de sonrisas. Es decir, estamos ante una película cimentada (sobre todo) en dos apartados que no funcionan por separado y cuya convivencia se resuelve a tortazos. Pero lo más curioso es que, a pesar de todo, ni en sus peores momentos llega a resultar ofensiva.
Ello probablemente se deba a su atrevimiento. Porque si algo no se le puede negar a la película que nos ocupa es la valentía que tiene a la hora de mezclar temas radicalmente dispares de una forma tan desenfadada. Como entredije, la sola idea de encarar la figura de la Virgen María con la corrupción inmobiliaria ya es merecedora, al menos, de cierto reconocimiento. Como también lo es la resolución del tercer acto, más cercano al de películas como El club de la lucha o Django desencadenado que a Ordet (La palabra) o La pasión de Cristo. Además, esta mezcla de conceptos se da tan constantemente que la sorpresa es continua. Tal vez la ejecución no funcione, pero guionistas y director logran, cuanto menos, un desconcierto lineal. Lástima que, con todo ello, resulte francamente difícil identificar algún tipo de tesis o de discurso en el material que nos presentan Gianni Zanasi y Federica Pontremoli. De ahí que, ante todo, La gracia de Lucía me parezca una película desconcertante. Para lo bueno y para lo malo.