El primer largometraje dirigido por Gustavo Róndón Córdova se puede analizar desde la resonancia que plantea su propio título: La familia. Por una parte remite a la película homónima de Ettore Scola, centrada en la historia nostálgica durante varias décadas de los integrantes de una familia romana. O alude al conjunto artificial que forma la otra Familia dirigida por Fernando León de Aranoa. Más allá del sentimentalismo del italiano o de la comedia seria en el caso del español, esta cinta del debutante venezolano, supone un acercamiento en carne viva a esa idea de la fraternidad y los lazos que unen a dos parientes, padre e hijo en este caso, mientras la madre permanece fuera de campo por alusiones o recuerdos dialogados, nunca por imágenes. Porque tal como comentaba el cineasta tras el pase del film en la Casa de América, la familia es algo más que las raíces personales después del nacimiento. Y esos rasgos se deben quizá más a los afectos entre los miembros del clan.
La ópera prima de Rondón se construye a partir de la huida de Pedro —casi un adolescente— que vive por un barrio marginal de Caracas. Después de una pelea en la que otro amigo y él hieren al hijo de un mafioso del lugar, Andrés, el padre del protagonista, viaja por la ciudad con la esperanza de salvar sus pellejos. El ritmo del film se canaliza por una primera mitad en movimiento, no solo de los personajes y sus cambios de escenario, sino por una puesta en escena rodada con la cámara en seguimiento continuo del padre y el hijo, ya sea al hombro, a pulso o con otros dispositivos, sin fijar la maquinaria sobre un trípode. Por fortuna el estilo es más dramático que documental, razón que favorece un uso limpio de la imagen, incluso cuando las panorámicas se aceleran o los diálogos se pisan de un personaje a otro.
El cineasta planificó la producción para que se rodase por orden cronológico, a lo largo de siete semanas. El motivo principal fue mantener la intensidad dramática del joven Reggie Reyes, novato hasta entonces. El trabajo conjunto con el actor profesional Giovanni García logra que las dos interpretaciones sostengan la naturalidad, fuerza y verosimilitud de los acontecimientos. Porque más allá de tratarse de una película teatral o de reparto, la mejor cualidad de La familia son todas las circunstancias colaterales que rodean a los personajes en fuga permanente. Tratándose de Venezuela, es curioso que la coyuntura política que inunda los informativos o la prensa, se queden fuera de campo. No sucede lo mismo con la situación social y económica, claramente de clase media-baja desfavorecida, de habitantes que viven día tras día, sobreviviendo como pueden en un entorno muy difícil para mantener la honradez o dignidad ante la precariedad ambiental.
A pesar de lo reseñado, la película no es un film social, sino un drama cercano al género negro, debido al suspense que crece por la tensión subyacente, cuando pasan todas las aventuras y desventuras que sufren los dos personajes. La potencia cinematográfica de la cinta se crea desde un enfoque directo hacia la relación fraternal, fría en el inicio, entre Andrés y Pedro. Una distancia entre las dos generaciones que se acorta según avanza el metraje, transformando el thriller de partida en un largometraje de iniciación vital para el hijo. Su visión del cariño entre padre e hijo destila una cercanía a la de cualquier espectador, apoyándose en las miradas de uno al otro, en la extrañeza que le causa al chico ver en pleno trabajo a su progenitor.
La familia conecta de algún modo con obras como Camino a la perdición de Sam Mendes, La costa de los mosquitos de Peter Weir. Pero en el aspecto que mejor funciona es en la deconstrucción del neorrealismo italiano, sobre todo en esa proximidad creativa con Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica. Lo que en aquel clásico era emoción, melodía y tragedia, se diluye en aprendizaje, sonido ambiente y realidad en la obra actual. Por otra parte La familia demuestra el buen estado del cine venezolano con ejemplos como El amparo en 2016, una producción que comparte varios artífices del equipo técnico y artístico con la presente. También en los dos films hay un trabajo que depura el lenguaje del cine con sentido expresivo, con una confianza inusual en capacidad de la imagen y el sonido.