Maniac Tales parte de una tradición formulaica en el género como es la partición estructural en episodios, aparentemente inconexos entre sí, que ayudan al corpus central de la obra a obtener un significado absoluto. Claro está que, como en casi todo film episódico, Maniac Tales adolece de ciertos desequilibrios en función del interés y/o calidad de cada una de sus partes.
No analizaremos, evidentemente, parte por parte (aunque cabría poner por encima en cuanto a balance entre narración y gore a The Skull of Desires de Denise Castro) sino más bien el aporte global al género del producto. Para ser claros: No hay nada especialmente original ni novedoso, sencillamente una cierta variedad de estilos que marcan la diferencia entre episodios más allá de su argumento.
A pesar de ello Maniac Tales, aun siendo irregular, no es del todo desdeñable, fundamentalmente por su condición reivindicativa. Como decíamos, las antologías de terror no son algo novedoso, pero más allá de eso estamos ante un film que no solo quiere posicionarse en lo formal sino que se postula como manifiesto, o lo que es lo mismo, ser antología y apología al mismo tiempo.
Por ello sus bases creativas están muy claras y se respetan hasta el final en intenciones y practicidad: libertad creativa, apuesta por jóvenes talentos y la idea de que no importa tanto que el guion pueda flojear aquí o allá como la idea de ser un producto ‹old school› plenamente reconocible y, claro está, disfrutable.
Y, a pesar de lo comentado anteriormente, es cierto que este objetivo de entretenimiento clásico funciona perfectamente. Quizás no asuste como debiera, quizás en determinados momentos todo tenga un aire demasiado amateur (en el peor sentido de la palabra), pero lo que es indudable es que la cinta en conjunto respira tanto coherencia como solidez. Es decir, dentro de su condición general de producto fallido, nada resalta especialmente para mal. ¿Y para bien? Pues como habíamos indicado anteriormente su arranque, tanto en una introducción intrigante (con subtexto político incluido) como el salvaje y loco primer capítulo apuntan a algo más potente de lo visto a posteriori. Quizás solo por esto ya vale la pena visionar el film aunque, como contrapartida, también supone un cierto bajón en la expectativa generada.
En resumen, Maniac Tales se inscribe en una tradición basada en el terror por acumulación, en ir generando expectativas y desconcierto a base de pequeños clímax que “amenazan” con explotar en un desenlace que sea tan sorprendente como potente. La intención está ahí, telegrafiada aunque no del todo bien resuelta. Quizás se echa de menos algo más de frescura en un su estructura que, si bien resulta sólida, también resulta demasiado rígida y previsible. En definitiva, más que terror, lo que falta es un poco de locura y de dispersión, no jugar tanto al sota, caballo y rey genérico e igual irse por caminos algo más inusuales (tanto formales como argumentales) para generar, sino miedo, sí desconcierto, angustia o cualquier cosa que se salga de lo fácilmente adivinable.