Merecedora de un Premio especial del Jurado, Mon Amour, mon Ami de Adriano Valerio, se postula como un cortometraje, a priori, ambicioso por tratar temas tan relevantes como el amor o la inmigración en un formato que, por sus propias características, pide concreción enfrente de unos asuntos ya de por si complejos por separado, cuya mezcla se antoja difícil de sintetizar.
Sin embargo, a veces, en las recetas más simples se encuentran las soluciones a las dificultades más complejas. Si esto mismo es relevante en la propia elaboración del corto no lo es menos en su temática. Estamos ante un retrato que, aunque localizado en un sitio muy concreto, se universaliza a través del retrato de las cuerpos, de la devastación de una vida pasada y presente marcada por la dureza. El alcoholismo y la marginación se encuentran con la soledad y el desarraigo.
La equiparación entre la falta de perspectiva entre un ciudadano de un país y un inmigrante ilegal se resumen materialmente en la falta de un papel, de algo que haga legal la permanencia del extranjero. No obstante, lo que vincula de verdad es el amor, el sentimiento que nace entre dos personas desamparadas que se necesitan. Pero, ¿qué pasa cuando ese sentimiento no es mutuo? ¿qué es prioritario, el sentimiento personal o la ayuda al otro? ¿es acaso posible una decisión así sin perder humanidad?
A través de una aproximación íntima a las personas, a escuchar sus impresiones, a dejar fluir sus sentimientos, encontramos un film que no pretende buscar respuestas contundentes ni lecciones morales. Es en las propias palabras, en el seguimiento exhaustivo aunque reservado de sus protagonistas donde entendemos las claves, las dificultades de tamaña decisión.
Precisamente por ello, Adriano Valerio compone una pieza exquisita en cuanto a la delicadeza en la exposición de lo que significa ser humano. Alejándose de maniqueísmos unidireccionales, dejando respirar lo que es la vida. Un cortometraje que, en definitiva, no aspira a la denuncia, ni tan siquiera a resolver grandes preguntas a base de imposturas grandilocuentes. En cambio, solo se dedica a mostrar la grandeza, la miseria y lo difícil que resulta ser humano. Que nos es poco.