En una de las primeras escenas de What Keeps You Alive, Colin Minihan se nos descubre en un plano secuencia que se adentra en las entrañas de esa casa de campo donde Jackie invitará a su esposa, Jules. Un recurso que, al mismo tiempo que proyecta la imagen de un espacio desconocido por descubrir —para Jules— y explora la consecuente vía nostálgica —del retorno de Jackie a su hogar—, revela una inclinación estilística que, a partir de ese instante, se propagará a todos y cada uno de los rincones del film. Así, desde ‹flashbacks› que apelan al blanco y negro —aunque no lleguen a funcionar a partir de su significado— a evidentes estímulos visuales —que nos llevan del tratamiento del color a un uso del plano en el cual potenciar su sentido específico— y hasta el modo de medir la tensión en la consecución de un ritmo concreto —apelando también en alguna secuencia al ‹slow motion› intensificado desde el empleo de la banda sonora—, What Keeps You Alive se asienta como un ejercicio formal que precisamente encuentra en esa característica una naturaleza definida en la que desenvolver sus cualidades como propuesta puramente genérica.
Se podría decir, incluso, que todo el desarrollo de una trama por momentos ínfima, está enfocado desde la propensión del film a explorar su impulso genérico. Es, de hecho, el exiguo tratamiento psicológico de unos personajes que tampoco lo requieren —si bien se exploraría el vínculo que une a ambas protagonistas desde un ámbito distinto—, el indicio de que What Keeps You Alive se compone entre lo formal y visual. Ni siquiera las motivaciones tanto de Jackie como de Jules para actuar del modo en que lo hacen en determinados puntos —como no lo parece el móvil de la primera al desempeñar la conducta psicopática que mostrará pronto— se antojan el mejor de los pretextos para dar cuerpo a un relato que encuentra en las tonalidades del color y un duelo ‹in crescendo› su gran ambición. Ante esa perspectiva sí se puede afirmar que las dos actrices comprenden a la perfección sus roles, y aunque quizá añada un mayor aliciente el rol interpretado por Hannah Emily Anderson, que otorga el peso exacto en cada instante al desequilibrio que parece sostener su personaje, también se refleja en esa gradación que irá distorsionando la circunstancia de Jules, bien dilucidada en la actuación de Brittany Allen, cuya evolución es (evidentemente) más notoria, aunque su compañera de reparto aporte el brío requerido.
Colin Minihan no deja, sin embargo, que la fuerza del lance interpretativo arrastre un film que en todo momento es consecuente tanto con sus objetivos como pretensiones. No hay el más mínimo indicio de que lo que, a ratos, se transforma en un ‹survival› puro y duro, vaya a mutar en sendas que no beneficiarían en ningún caso el devenir de la historia. Es posible que con What Keeps You Alive haya que realizar concesiones en más de una ocasión, especialmente en lo referido al modo de actuar de sus personajes, y que se resienta en una conclusión tan pendiente de atar todos esos cabos que acaba cayendo en las tretas que había parecido querer evitar hasta entonces, pero tal como que es capaz de aportar una dosis extra de sugestión a través tanto de primeros planos como generales o unos sinuosos movimientos de cámara que acrecentan una tensión a veces incluso inexistente. Un juego, en definitiva, expandido desde la imaginería del canadiense, así como por su cualidad para surcar los espacios adecuados donde dejar que sus dos protagonistas resuelvan una confrontación teñida en sangre y bañada por los sentimientos más elementales, el amor y el odio.
Larga vida a la nueva carne.