Película póstuma del mago del ‹stop motion› checoslovaco Jiří Trnka, La mano mantiene vigente su apocalíptico mensaje ideado por el maestro solo unos años antes de que explotara la Primavera de Praga con la consiguiente implantación de esas purgas indiscriminadas llevadas a cabo por el aparato comunista del Régimen checoslovaco a finales de los sesenta y durante los primeros años de los setenta. Lejos de doctrinas políticas de uno u otro lado del espectro ideológico, este cortometraje alumbra como un canto desgarrado y aterrador que avisa de la falta de libertad a la que están sometidos los artistas en el momento en que esas manos que todo lo observan señalan la libre creación del arte como un peligro que hay que abortar, hecho que lejos de haberse solucionado con el paso del tiempo resulta fácil de vislumbrar en cualquier ámbito creativo de nuestros días.
El cortometraje no puede ser más sencillo en su concepción, abrazando las virtudes del cine de Trnka como esa sencillez escénica y narrativa apoyada en el movimiento de sus arcaicas marionetas, seres que a pesar de su discreto diseño conseguían abarcar un amplio abanico de emociones en su expresivo y agarrotado rostro. Como en todo buen film del autor de La abuela cibernética, la animación adquiere una dimensión que sobrepasa el cosmos infantil para aterrizar en una atmósfera serena y adulta que radiografía una fábula moral donde la dulzura se mezcla con cierta extensión política de denuncia muy bien ejecutada por un Trnka que además de controlar todos los aspectos técnicos de puesta en escena igualmente escribía los guiones de sus productos con ese cariño e inteligencia innata que poseía.
La primera escena nos muestra a un alegre alfarero que se halla plácidamente durmiendo en su hogar, un minúsculo habitáculo donde moldea unas bellas macetas que cobijan hermosas flores sitas en los rellanos de la ventana hogareña. Recién levantado por la mañana el alfarero se dispondrá a comenzar con su labor de creación diaria, pero este propósito será interrumpido por la aparición repentina de una mano blanca que penetrará sin permiso en su residencia con el empeño de imponer al alfarero que en lugar de forjar macetas se dedique a esculpir una mano a imagen y semejanza de quien ha osado a suspender la paz de nuestro héroe. Pero el alfarero no dará su brazo a torcer y decidirá expulsar de su casa a tan amargo visitante. Sin embargo como si fuera una pesadilla kafkiana, la mano regresará a perturbar la tranquilidad del alfarero, acosándolo con llamadas telefónicas en las que tratará de sobornar el deseo del arte a cambio de dinero y promesas, también enviando un televisor que emitirá mensajes subliminales sobre las posibles consecuencias de no seguir los dictados de la mano y finalmente atrapando con unos hilos que manejan las manos y mente del artista cual marioneta sin alma que simplemente plasma los deseos de otros en lugar de los suyos propios, atrapando a nuestro héroe en una jaula donde lo obligará a esculpir la mano impuesta. Parece que finalmente la presión y la manipulación ha dado sus frutos, pues el artista ha decidido ser el muñeco empleado para los fines de su amo, abandonando su apetito creativo. Aunque a la primera oportunidad de huida, el alfarero despreciará el aplauso y las medallas prometidas por la mano para volver a su casa, donde se dedicará a poner todo tipo de obstáculos y medidas de seguridad para dificultar el retorno del opresor a su espacio de libertad. Pero la lucha contra las fuerzas de lo desconocido se mostrarán insalvables, pues el alfarero morirá a consecuencia de la defensa de su arte, convirtiéndose en un mártir que será homenajeado por quienes lo llevaron al precipicio de su propio suplicio.
Está claro el mensaje subversivo y osado lanzado por Trnka en su obra maestra. El maestro estaba avisando de los peligros que la manipulación y las amenazas orquestadas por la administración comunista suponían para el artista. En el mismo sentido que Wajda tejió en su obra póstuma Afterimage (curioso que tanto la última cinta de Trnka como de Wajda dialogasen en el mismo sentido), Trnka se muestra contrario al realismo socialista y sí partidario de la libertad en todo su sentido, tanto político como artístico, alertando de las restricciones creativas que la dictadura estaba instaurando en el universo artístico, censurando el ingenio y la innovación por miedo a que sugiriesen al ciudadano nuevos entornos contrarios a los mandamientos del partido.
Desde el punto de vista conceptual y simbólico, La mano es una auténtica joya. Son muchas las escenas que podría destacar en una deriva estrictamente poética, siendo especialmente trascendentes la secuencia en la que el alfarero recibe una llamada para intimidar su conciencia y ceda a la coacción de la mano (especialmente acertada resulta la construcción de la conversación en el marco de diálogo mudo que detenta el film, dibujando Trnka la manipulación con una nube que trata de clavar en el cerebro del artista las promesas de dinero, medallas y reconocimiento vertidas por la mano), o la secuencia del televisor de reminiscencias dadaístas donde observaremos toda una secuencia de imágenes impactantes que tratan de desvirtuar la visión de la mano como ente manipulador (con un par de impresiones que la exhibirán como un medio de justicia -esa balanza representada por una mano- y de libertad – en la figura de la mano que sostiene la antorcha de la libertad-), pero que finalmente derivarán hacia su auténtica meta de vampirización del arte. Asimismo especialmente significativa se eleva la escena final de la muerte (o suicidio) del alfarero, sentenciado por su propia creación. Está claro el simbolismo representado por Trnka en el sentido de identificar a la flor que encierra las macetas forjadas por el alfarero como el arte y a la mano como la represión comunista. La defensa de sus principios, la negación a ser presa de las amenazas de los poderosos y su renuncia al realismo socialista para abrazar una faceta surrealista y abstracta supondrán el suicidio del cuerpo, que no de la ideología, del autor. Un creador que será venerado, ya fallecido, por los mismos que provocaron su deceso. Un punto visionario, pues el propio Trnka sería objeto dos años después del estreno de La mano, de un hipócrita funeral de estado consumado por los representados por esa mano que todo controlaba y que el maestro temía estuviese vigilando sus movimientos artísticos.
Sin duda La mano es una de las grandes obras maestras de la lírica animación checoslovaca, poseedora de una enorme influencia sobre el trabajo de diversos animadores tanto europeos como asiáticos y americanos que resulta todo un gusto volver a saborear, puesto que su mensaje está muy presente en estos extraños días en los que la corrección política y el miedo a no sentirse aceptado por la mayoría impone una auto-censura en muchos de los ámbitos (no solo artísticos) de nuestras vidas.
Todo modo de amor al cine.