No cabe duda que a Bart Layton le encanta la dramatización, el buscar hechos chocantes y trasladarlos a la ficción de una manera que él califica de realista. No en vano American Animals anuncia ser un film no basado en hechos reales sino que son hechos reales, sin trampa ni cartón. Algo que ya mostró en su anterior e impactante película (¿documental?) The Imposter.
Habría, sin embargo, que hacer una enmienda parcial a dicho propósito una vez visionada la película. Es verdad que juega con los códigos de la docurealidad a través de los testimonios de los personajes reales, pero su traslación ficcional ofrece demasiadas metareferencialidades, demasiado gusto por el espectáculo epatante, demasiada, en definitiva, necesidad de crear empatía, como para tomar en serio su declaración de intenciones inicial.
Cierto es que los diálogos chispeantes hablando de cine de atracos, el montaje y una BSO bien seleccionada ayudan a crear ritmo y conexión, pero también es cierto que estamos ante unos individuos y una situación que está muy lejos de la imagen cool que por momentos aflora. Y es que si por algo se caracterizan los personajes del film es por su aridez, su depresión e incomprensión social. Personas refugiadas en sí mismas contra un sistema que les rechaza y que buscan refugio y consuelo en la consecución de un golpe perfecto sobre el papel, desastroso en su ejecución práctica.
La conexión pues entre el mundo real y el ficcional no acaba de funcionar más allá de lo que la audiencia guste de la referencialidad pop y los esquemas «tarantinianos» en cuanto a uso de la estructura temporal. ¿Es entonces American Animals una mala película? En absoluto. De hecho, en cuanto a subgénero de atracos estamos ante una propuesta más que estimable, que aborda de manera, si no original sí competente, todas las características básicas rematándolas con un toque de humor hasta cierto punto bizarro que otorga al conjunto cierta personalidad.
El problema, como comentábamos anteriormente, estriba precisamente en las dos almas que conviven en el metraje y que nunca consiguen mezclarse de forma correcta sino que más bien generan una contradicción constante entre la “verdad” y la “verdad fílmica”. Posiblemente por ello American Animals se resiente de un metraje algo desaforado, y de una persistente necesidad de contraponer los testimonios reales que, en lugar de reafirmar lo ficcional, lo acaban por poner en duda involuntariamente.
A pesar de ello Bart Layton firma un film competente y hasta disfrutable. Film que no está exento de pullas de carácter social o de reflexión sobre el modelo social y educativo americano. Lástima que todo quede tapado o disgregado por la necesidad reiterativa de querer dos cosas al mismo tiempo que son imposibles. Viendo pues la senda que está tomando la carrera de Layton quizás la gran pregunta que debería hacerse es hacia qué derroteros debería ir su cine. ¿Realidad o ficción? ¿Realidad o espectáculo? Quizás con las respuestas adecuadas se podrá encontrar un director que convierta las expectativas generadas en realidades palpables.