El 2.0 ya está entre nosotros. Aquello que parecía anticipar un subgénero como el ‹cyberpunk› años atrás, poco a poco se va desplazando a una realidad cada vez más tangible. Y es que el 2.0 ya no forma parte de relatos donde los caminos que lo confrontaban bordeaban —o se sumergían de pleno en— la sci-fi, se ha instaurado en un día a día que se acerca más a un punto en el que podemos identificar perfectamente lo que sucede en pantalla. A esa premisa parece acogerse Aneesh Chaganty en su debut, Searching, cuya peculiaridad central es estar narrada desde la pantalla de un ordenador. Es así como asistimos a los primeros años de vida y posterior entrada en la juventud de Margot, quien tras la prematura muerte de su madre verá en la figura paterna un apoyo constante que, como con todo, se irá diluyendo debido a etapas anteriores a una adolescencia incipiente ante la que David, su padre, no sabrá cómo reaccionar cuando descubra que, tras su desaparición, Margot ocultaba mucho más de lo que él podía advertir. Chaganty enarbola de ese modo un discurso donde las apariencias en la era 2.0, quizá uno de los frentes más complejos para aquellos que las usamos a diario, se traslada a un ámbito como el familiar, dejando claras las consecuencias de lo que puede suponer una sobreexposición en ciertos contextos, y manifestando además cómo esos entornos pueden derivar perfectamente en la constitución de una doble vida inexistente.
Aquello que podría resultar mimbre de una visión más comprometedora, social si se quiere, deja atrás cierto pulso reflexivo en pos de un ejercicio puramente de género. Cierto, no podemos obviar esa parte donde Searching decide abordar un territorio más introspectivo dentro del arco que compone el propio film, pero tampoco hay que olvidar la excesiva verbalización en el momento de trasladar la disertación —que se torna estridente por momentos— al marco fijado. Sea como fuere, Chaganty demuestra que el material base tiene en sus manos un potencial mucho mayor del que se podría deducir, engarzando en él un jugueteo que merodea la intriga y se expone al thriller, pero que evoca indudablemente el ideario del considerado maestro por excelencia del género, Alfred Hitchcock. Falsas identidades y culpables, héroes de improviso, juegos de apariencia… el manual del británico queda reflejado en una obra que, si bien decide recrearse en un espacio mucho más cercano a nuestra realidad, no puede evitar echar la vista atrás.
La alianza de un John Cho que, a cada paso que da, demuestra ser un actor con mayores recursos, conecta con ese entorno virtual en el que el cineasta debutante tira de recursos, y es que nadie dijo que comprender un manejo efectivo del tempo y la intriga fuese fácil en una pantalla de ordenador, pero Searching parece empeñada precisamente en demostrar lo contrario. La tensión se masca por momentos, y poco a poco el amplio abanico con el que se maneja Chaganty se va adecuando a un terreno extraño, no para los tiempos que corren, sino para un género que parece tener más relación con espacios y atmósferas que con el medio al que se ve confrontado aquí. Como tal —heredera también del thriller contemporáneo— se comporta el film en un último tercio donde el más que presumible giro sorpresa de su conclusión se materializa otorgando algo más de empaque a esa disección sobre las redes y sus efectos, pero al mismo tiempo transitando terrenos que remiten más a los esquemas del Hollywood contemporáneo que a la cierta ambigüedad y riesgo que puede desprender en ocasiones el cine independiente, algo que se reafirma en un golpe de efecto final de lo más conformista. Ello no empaña, ni mucho menos, la labor de un cineasta que demuestra tener tino y conocer las vicisitudes del género, imprimiendo en ellas los rasgos de un cine conocido —aunque articulado desde otras vías— en el que, paradójicamente, se nos remita a ese marco donde nadie conoce a nadie.
Larga vida a la nueva carne.