He decidido que, por una vez, voy a saltarme todo tipo de datos y conclusiones sobre el nuevo cine griego y sus protestas sociales porque existen, no es cierto, nada de ello concuerda con el cine y sus plagios atestados de irrealidad. El cine comenzó reproduciendo imágenes habituales y se ha manipulado hasta la saciedad para romper temporalidades y realidad. Esas trampas son esenciales para dar forma a los relatos más imposibles, tanto narrativos como visuales, todos alimentados por los quiebros de la realización.
Solo hay que ver a Stergios Paschos tardar escasos minutos en romper toda convención literaria plasmada en la imagen y comenzar a repetir escenas, dar forma al ensayo actoral, derribar la preciada y protectora cuarta pared, convencernos de estar recreando un documental comentando con el del otro lado de la cámara y disipar esa misma idea unos segundos después demostrando que nada de ello es posible. Lo irreal hecho historia.
Confiar, definitivamente, en la espontaneidad de sus protagonistas (solo dos personas se enfrentan a la cámara en todo momento) y al mismo tiempo, valerse de todos los trucos mágicos que permite el cortar y pegar secuencias, escenas, imágenes… la pureza del montaje más tramposo. Normalmente no debería obsesionarnos algo así al ver una película, pero aquí se ocupan de recordarnos que esto es ficción y que detrás de la cámara alguien lo manipula.
Afterlov ya viene diagnosticada desde su título. Hay una pareja que ya no existe y un intento de retener la chispa que existió mientras se trata de comprender el porqué de su pérdida. Anda que no es difícil que dos lleguen a una misma conclusión ante el final de una relación. Ni la madurez emocional ni otras tontadas marca registrada sirven para nada si uno de los dos no quiere. Razonar unos motivos basados en la lógica y el respeto, y que la conclusión no convenza a la otra parte y diga: «nah, seguro que me has puesto los cuernos» y pensar que la lógica es absurda y la rabia todo lo arregla, aunque sea para mal, y que igual la motivación es el gilipollismo reinante y que pensar cada uno lo que quiera alivia más que lo realmente razonable.
Pero en Afterlov… aquí no hay tregua con las verdades complejas y todo se reduce a encerrar en una casa a una ex hasta conseguir saber el significado de su final juntos. Si bien es sencillo, este punto de partida da para tirar la colchoneta-barca a la piscina y virar el rumbo cada vez que se encuentra con los límites del cemento. Eso es lo que hace Stergios Paschos, que astutamente sigue caminos que no van a cruzarse jamás para contar su historia, porque decide que el cine es más emocionante que la realidad, y un típico «no éramos compatibles» no es visual, por muy cierto que parezca.
Para que Afterlov avance hay que seguir los movimientos de Haris Fragoulis y de Iro Bezou a través de una única localización con múltiples apartados para ver cómo se acercan o se aislan, cómo parlotean en un pulso por ver quién supera el ingenio del otro, o cómo se suceden inesperadas aproximaciones entre ambos. La energía que fluye entre ambos vitaliza lo que en realidad sería una historia de desamor media para trasladarla al mundo de los pirados que se (des)enamoran. Y se (no) olvidan de lo malo como niños pequeños. Una tragedia griega (sí) sobre madurar ideas e ideales, sobre separarse o cambiar de opinión, sobre lo contrario que es el tacto entre personas, piel con piel, cuando la cabeza se dispone a meditar una idea en profundidad. Amor divertido y jodido, sin soltar las palomitas y el helado de chocolate.
Con su total libertad estilística, Paschos confía en Nikos y en Sofia tanto como en las paredes y ventanas de la enorme casa que les encierra, y cuando más ensimismados estamos en la belleza de la incomprensión entre iguales nos vuelve a recordar que esto es cine, que ellos no son quienes dicen ser, para romper de nuevo con lo estático de la mentira y dejar fluir la escena más amorosa y dolorosa que podría haber planeado jamás. Y queda tan imperfecta y sensitiva y violenta que solo queda recordar cuanto te odio y te quiero, que igual pasado mañana nos vemos y nos encerramos juntos para no hablar de ello. A lo mejor lo comenta como broma Nikos, o lo grita Sofia, o lo guioniza Paschos para que ellos lo interpreten. Como si fuera un juego. Afterlov es deliciosa gracias a su imperfección. Y también gracias a la nuestra.