Tras una larga carrera como director de documentales, Sergei Loznitsa nos trae su segunda película de ficción después de My Joy. Sus 2 últimos proyectos utilizan diferentes contextos y épocas, pero el autor utiliza similitudes temáticas, centrándose en el origen del mal y la violencia en un mundo poco ético.
En la niebla nos sitúa en el frente occidental durante la ocupación alemana de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. La cinta arranca con una larga secuencia en un campo de prisioneros, con la cámara siguiendo el viaje de 3 presos condenados a muerte en sus últimos momentos de vida. Posteriormente, presenta a 2 soldados de los Partisanos de la resistencia bielorrusa que buscan a Sushenya, acusado de traicionar a los citados condenados que acabaron ahorcados mientras él fue liberado por los alemanes. Los 2 soldados llegan a casa de Sushenya con no muy buenas intenciones y se lo llevan al oscuro bosque acompañado de una pala. Un golpe de fortuna provocado por el destino deja al acusado de delación vivo y uno de sus escoltas heridos, y se debe enfrentar a un dilema moral (el herido que le pretendía ejecutar es un antiguo amigo de la infancia) en medio de la espesa niebla del bosque de la que hace referencia el título, donde la diferencia entre la traición y heroísmo es muy estrecha, y no existen aliados ni enemigos definidos.
Loznitsa utiliza 3 ‹flashbacks› para darnos a conocer las personalidades bien diferenciadas de los 3 protagonistas de la película interpretados todos de forma magnífica. A pesar de la evidente inocencia que muestra el rostro del acusado, no sabremos a ciencia cierta lo que sucedió hasta que veamos el ‹flashback› correspondiente a su historia, pero es evidente que el director no está por la labor de dotar de intriga en este sentido a la trama, mostrándolo sereno, con aspecto de no haber roto un plato, cierto aire de mártir y una cualidad moral inquebrantable. Sushenya se declara inocente, pero parece más preocupado del destino de su hijo y de que su mujer reciba su abrigo cuando muera para sobrellevar el crudo invierno que de su inminente y luctuoso destino que le esperaba antes de ese golpe de destino salvador, que tampoco parece hacerle demasiada ilusión; aspecto que comprenderemos con el esclarecedor recuerdo (el más interesante de los 3 ‹flashbacks›) de lo acontecido con los alemanes.
La película juega con la incertidumbre de no saber en ningún momento la situación de los 2 bandos en conflicto ni lo que se pueden encontrar tras esa niebla espesa, en un estudio psicológico trascendente sobre las turbias decisiones morales que se han de tomar en un contexto tan devastador. El director trata temas tan interesantes como el sabotaje, la traición, y el complejo de culpabilidad en una historia cargada de un fuerte pesimismo sobre un ser humano que es vencido por unas circunstancias que le superan, donde parece imposible mantener la propia dignidad, centrando su interés en el instinto de supervivencia humana y en las devastadoras repercusiones provocadas por la guerra que devienen en la miseria económica y moral; desmarcándose por completo de mostrar el discurso patriótico o político tan habitual en el cine que utiliza un contexto histórico tan definido.
En la niebla, una coproducción entre Alemania, Bielorrusia, Rusia, Letonia y Países Bajos, hace gala de una calidad técnica admirable y un poderío visual notable donde destaca el contraste entre el precioso escenario con la maldad humana que se apodera del lugar. Formalmente nos remite ligeramente a Tarkovski (es inevitable mencionarlo siempre que se habla de un director procedente de la extinta Unión soviética con un buen tratamiento de la imagen), aunque exento de la mística del director de Stalker y El espejo. Todas las escenas están filmadas con gran cuidado y mimo al detalle, requiriendo por parte del espectador de cierta predisposición a los ritmos narrativos sosegados tan frecuentes en el cine de esas latitudes. La fotografía de Oleg Mutu (colaborador habitual de los rumanos Cristian Mungiu y Cristi Puiu y del propio Loznitsa en My Joy) es prodigiosa, mostrando de un modo arrebatador el entorno, clima, estación del año, momento del día y la idiosincrasia de su naturaleza con predominio de unos colores muy gélidos. En su anterior colaboración la fotografía también era exquisita, aunque con un tratamiento más realista y próximo al documental.
El director tiene especial interés en enfocar las imágenes desde una perspectiva atmosférica que enfatiza en la psicología y moral de sus personajes a través de los silencios, con unos largos planos fijos en los momentos más reposados (que son la mayoría), mientras que en los más intensos coloca la cámara en la espalda a la altura de los hombros del personaje, como es habitual en el cine en movimiento de los hermanos Dardenne. Una película muy interesante, aunque se le pueda achacar que durante algunas fases dé más trascendencia a su atractivo estilo narrativo y estético por encima del interés de la trama.