Alzada como una de las películas más polémicas de este 2018 desde su estreno en Sundance, Holiday es la ópera prima de la realizadora Isabella Eklöf y se centra en la perturbadora relación de una joven danesa, Sascha, con un capo del narcotráfico en plena costa turquesa. Pronto la protagonista se verá acorralada por el poder, cayendo en un paraíso de exóticos paisajes y en una multitud de lujosas diatribas pero, como contrapartida, se sumirá a las garras del lado más hostigador y cruel del magnate de la droga con el que se empareja; vivirá situaciones crueles, edificando en su concepción un universo de sordidez que choca con las luminiscentes y paradisiacas localizaciones en las que se ambienta la cinta.
Es precisamente en el entorno, el aspecto opulento de la Turquía más fastuosa, donde se establece en Holiday un compromiso estético que choca, positivamente, y engullendo una contraposición naturalista, del tipo de argumento que se desentraña; bajo la historia, la muy recurrida caída a los infiernos de una joven ingenua abstraída por el poder y la seducción del lujo, Eklöf prepara la evolución de un rol cuya ostentosidad se enajena con la aflicción de los acontecimientos, y que sufrirá sutilmente en una concatenación de escenas capaces de fusionar la cotidianidad con la tragedia y la falsa satisfacción con el hálito perturbador de los acontecimientos; estos serán inevitablemente desfavorables teniendo en cuenta la raíz de los personajes anexos a la propia Sascha. Como antagonismo y cubierta angular para el propio personaje, tenemos a los miembros de un clan criminal, fusionados también en un empaque visual alejado de este tipo de tramas (de manera claramente auto-impostada, se da peso al fulgor paisajístico de la soleada ambientación), cuyas acciones darán de sí algunas de las escenas más impactantes de esta Holiday, fruto de la polémica que ha traído consigo y que se resumen mayoritariamente en una inesperadamente explícita secuencia de violación; respecto a ella muchos han querido compararla con aquella de Irreversible con las que Gaspar Noé escandalizó a medio mundo. Y, en efecto, en su falta de formalidad, hecho que provoca que Eklöf, al igual que Noé, aguante el plano hasta el extremo para conseguir un enfermizo feedback con el espectador, convierte lo visto en Holiday en una de las herramientas de la incomodidad, que no le impide converger a continuación con una inexplicable sensación de normalidad; una manera de describir el universo de esta protagonista, alma perdida caída al abismo, a las garras más burdas del poder.
Los lujos, los excesos, y la muestra exultante de supremacía corren a cargo del antagonista masculino, Michael, quien tiene su propia construcción de universo; la muestra de ostentosas posesiones, capacidad de persuasión y sus reincidencias con la perturbación se utilizan como una manera de describir también a la joven Sascha, convertida dentro de su sumisión en una de las más valiosas pertenencias de este abominable personaje; cuando entre en acción un turista de la zona y se forme una especie de triángulo amoroso, el cruel retrato que se propone en Holiday tornará en un contenido más grotesco y oscuro, aunque la dura y cruel estampa con la que se edifica a la joven acabará por dominar toda la narración; su descubrimiento de un viaje de placer tornado en pesadilla, la vacua pretenciosidad de su estilo de vida y la muestra de las garras más salvajes del entorno criminal que la rodea acaban conformando en Sacha una nimiedad que la derrota; la misma con la que Eklöf expone a la joven fusionada con la luminiscencia de algunos preciosistas planos generales.
Holiday no es una película gráficamente incómoda, salvo un par de momentos bien milimetrados en el conjunto; su poder reside en el derrumbamiento de su protagonista, en un principio codiciosa y altiva, dentro de un universo de incuestionable decadencia moral que ella misma ha escogido vivir, como alto precio de la ostentosidad elegida. Sin ser una obra lo suficientemente incisiva para las condiciones salvajes de algunos aspectos de su trama, proclama una interesante mirada por parte de su creadora hacia la propia deconstrucción personal, quien en el caso de Sascha se ve incapaz de evitar con tal de caer rendida ante la opulencia de ese entorno equivocado.