Albert Solé, con una breve pero notable trayectoria como documentalista (recordemos que en 2008 ganó el Goya y el Gaudí por su opera prima, Bucarest, la memoria perdida) nos presenta, en un momento histórico en el que los populismos y los nacionalismos muestran elevados índices de popularidad, un mediometraje que pretende erigirse como una oda al federalismo, doctrina en las antípodas de las mencionadas anteriormente que se caracteriza por querer tender puentes entre naciones en lugar de destruirlos. Por supuesto, en este proyecto se hace hincapié en la problemática actual del sistema de gobierno español, en la cual la guerra de banderas se alza en una posición privilegiada. Aún con esas, el documental pretende reflexionar sobre el federalismo en un mundo globalizado, en el cual problemas como el cambio climático o el flujo de migraciones necesitan de soluciones federales, de diálogo y de pactos.
Desde este punto de partida, asistimos a la clásica construcción documental que alterna la entrevista con escenas con voz en off, en la que se profundiza (un poco por encima, válgame la paradoja) en apenas 58 minutos en la definición de federalismo, en la cimentación actual de las sociedades y en las diversas problemáticas a las que tienen que enfrentarse con sus sistemas de gobierno vigentes. Y, aunque se tome el ideario federal como herramienta de cambio hacia un mundo más justo y equitativo, no es menos cierto que no todas las voces del documental ejercen proselitismo hacia esa dirección, en un intento de dotar de equilibrio el contenido discursivo que emana del proyecto de Solé.
El director catalán de raíces rumanas nos ofrece un documento altamente didáctico, rodeándose de grandes pensadores como Emma Bonino (ex ministra italiana y activista por una Europa federal), Daniel Cohn-Bendit (activista ecologista reformista y participante activo en las actividades políticas del mayo del 68), Victòria Camps (activa defensora de la democracia participativa y catedrática en la Universitat de Barcelona) o Owen Jones (influencer político de izquierdas para el que sobran presentaciones), entre otros. Todos reflexionan sobre la necesidad o no de una Europa federal, que ofrezca soluciones reales y deje de lado el binomio de los populismos de izquierdas y el paroxismo de la extrema derecha xenófoba que tan bien esconde sus discursos de odio con banderas y chauvinismo varios.
El propio documental se vale del testimonio de una chica refugiada en un campo de El Pireo, en Grecia, para reforzar el argumento de que una Europa que rehúya al federalismo (y, por tanto, a las políticas de diálogo, de pacto, de encontrar elementos de unión y no de separación) va a verse desbordada por el drama humano que se sucede sin respiro en las aguas del Mediterráneo. Aunque valioso como documento, la verdad es que este tramo del mediometraje hace que se tambalee ligeramente la coherencia del relato que impone Solé. Nos da la impresión de que va a empezar un nuevo fleco en el documental, un nuevo sujeto sobre el que escarbar que al final resulta ser poco más que anecdótico, dada su breve presencia en el metraje. Es evidente que en un tiempo tan limitado (ya hemos dicho que no llega a la hora de duración), Solé debe hacer esfuerzos bíblicos para condensar el ayer y el hoy del federalismo, es por eso que nos choca un poco este pasaje sobre la refugiada (que, insistimos, no deja de ser necesario e interesante), en el que parece abrir una nueva brecha que nunca termina de cerrar.
En todo caso, esta pequeña obra de Albert Solé no ambiciona ofrecer respuestas contundentes e indiscutibles, sino que propone unos puntos de fuga reflexivos que permitan al espectador cuestionarse su propia idea de Europa (que difícilmente será tan bonita como la que pensaba Steiner, una Europa como un café repleto de gente, palabras y poesía). Desligándose de filigranas narrativas o estéticas, Solé pone todo su oficio al servicio del didactismo de una propuesta que, sin duda, interesará a cualquier persona que siga con frecuencia la actualidad política. No somos ajenos al drama de la inmigración, del levantamiento de fronteras (¿de veras aún consideramos a gente ilegal en el siglo XXI?) o del inexorable cambio climático, es por eso que la idea de federalismo que se propone en este mediometraje puede ser un útil instrumento de reflexión sobre la Europa (y el mundo en general) de la que venimos y la Europa hacia la que vamos.