Sesión doble: Metastaze (2009) / El cabezazo (1979)

Nuestra sesión doble se encuentra con la final del Mundial. Croacia y Francia se disputaban el máximo trofeo a nivel de selecciones y, como no podía ser de otro modo, sus cinematografías nos inspiran en clave futbolera en esta nueva entrega con dos títulos bien distintos: por un lado, el Metastaze de Branko Schimdt y su mirada a un país a través de un grupo de hooligans, y por otro la aportación de Annaud a un género como la comedia con su El cabezazo, una reflexión sobre el éxito efímero y popular.

 

Metastaze (Branko Schmidt)

Metastaze es una película croata dirigida en 2009 por Branko Schmidt que ahonda, como otras muchas cintas del país balcánico, en la cara menos amable de la sociedad croata después de la guerra de inicios de los 90. Por tanto, podemos encontrar algunos lugares comunes de la cinematografía de dicho país y una mirada crítica, a cuchillo, de los males que persisten, o que al menos, persistían hasta hace poco. Esto es, el ultranacionalismo, la droga, el machismo y el racismo, imagen alejada de los aires de modernidad que también imperan en el país.

La historia sigue a cuatro amigos que vuelven a verse tras la larga ausencia de uno de ellos. Vamos, la típica película de amiguetes que se juntan, pero en esta ocasión, con drogas, peleas, alcohol y muchos cánticos hacia el Dinamo de Zagreb de por medio. Porque no hay nada que tengan en común estos colegas más allá de sentirse totalmente perdidos y desubicados, que su amor por el equipo de la ciudad.

La película transcurre prácticamente en una misma dirección sin sobresaltos narrativos, todo es cuesta abajo hacia un final ya escrito de antemano del que no pueden huir ni hacer nada por evitarlo. Son sólo cuatro desechos de la vieja Croacia inmediatamente posterior a la guerra deambulando por el extrarradio, cada uno de ellos llevando un trauma a cuestas del que sólo a golpes, con cervezas o heroína pueden huir temporalmente. Tal vez en un primer vistazo la obra pueda pecar de unos personajes sin matices, que caen en la caricatura y que por momentos parecen estereotipos con patas. Por suerte, hay alguna pequeña pincelada por aquí y por allá, aunque la película, basada en un libro bastante popular del escritor Ivo Balenovic y guionizada por uno de los cineastas más importantes del país como es Ognjen Svilicic, es consciente del material que tiene entre manos y al cineasta no parece temblarle el pulso ante una historia donde no hay salvación posible para unos personajes condenados y que rara vez llegan a caer bien al espectador. Aunque, como decía, detrás de todo hay una mirada más profunda sobre los traumas de cada uno de ellos.

Estamos ante un drama disfrazado de cierta comedia negra donde el fútbol no es más que una mera excusa para el punto de partida y que el cineasta pueda hablar de algunos de los males que la joven democracia croata no ha subsanado, y donde a veces el precio para ser la Croacia que es hoy en día pasó por crear esos mismos males.

Con un ritmo pausado, Branko Schmidt crea un drama a fuego lento con soltura, pero al que me cuesta perdonar que no sorprenda en ninguna escena, donde se peca demasiado de esos lugares comunes. Entiendo que la intención del director sea detenerse en unos personajes reconocibles y que se mantienen fieles a ellos mismos hasta autodestruirse, pero desgraciadamente en más de una ocasión uno puede ver venir que escena viene a continuación. Pero aún así, interesante relato entre los generacional y mirada crítica a los desechos de los últimos niños de Tito.

Texto por Pablo García Márquez

 

El cabezazo (Jean Jacques-Annaud)

Las engalanadas calles de un pequeño pueblo francés dan paso a varios vehículos entre los que la gente lleva a cabo una sonora celebración. No, ni son las fiestas locales, ni la cabalgata de reyes: el modesto AS Trincamp ha conseguido su pase a octavos de final de la copa francesa tras vencer el encuentro que le enfrentaba al U.S.S.T.

En esa misma secuencia, un cuasi primerizo Jean-Jacques Annaud —hasta ese momento sólo había dirigido su ópera prima, La victoria en Chantant— nos presenta al héroe (¿o villano?) de la función, un tipo llamado Perrin que ha pasado de la noche a la mañana a ser respetable ídolo del pueblo tras el más absoluto de los repudios. Y nada mejor, claro, que un contexto como el que provee el deporte rey para dar pie a esa transformación tan particular, una metamorfosis que iniciará cuando Berthier, estrella del conjunto de fútbol local, decida que no quiere seguir jugando junto a Perrin en el equipo, y poco después se vea envuelto en una refriega en el santuario futbolero en forma de bar con el mismo individuo.

Con libreto surgido de un relato de Alain Godard —uno de los guionistas más habituales del cine del autor de El oso— y escrito por Francis Veber —más conocido por su relación con la comedia gala contemporánea—, El cabezazo comprende su escenario central como una de las bases para dar paso a esa crónica sobre una redención propiciada solo y únicamente por las mieles del éxito que aparecen en un contexto puramente popular. Y es que el retrato realizado de su protagonista, un fracasado que posee un rol irrelevante en el equipo local y se beneficia a una vecina cuando su marido, comerciante de profesión, está de viaje, es el claro y particular paradigma sobre cómo un suceso puntual puede terminar dinamitando una carrera que quizá no sea tal. El relato posee desde esa perspectiva ciertas cotas de amargura, no tanto por el destino de nuestro feliz (por despreocupado) protagonista, sino más bien por el funcionamiento de una sociedad que es retratada de forma cáustica: desde las altas esferas, con su trato de favor, las cenas privadas y el desprecio por la ley siempre y cuando puedan hallar un beneficio concreto, al ciudadano de a pie, y la forma de olvidar todo error pasado ante la llegada de lo notorio, sirven a Veber y Annaud para radiografiar un proceso que no es sino una paradoja de lo que ha terminado por convertirse el concepto de esa mentada sociedad.

El cabezazo toma a raíz de un singular suceso —y es que, desde su inicio hasta su conclusión, la cinta toma forma cuasi de anecdotario, incluso despojándose de ciertos preceptos narrativos— forma de comedia que halla en lo afilado de algunos de sus diálogos y en su humor visual un reconocible sello, quizá atípico en el cine de su autor —que poco más se ha prodigado en el género—, pero sin duda del todo identificable con el estilo de un Veber que imprime en ella algunas de las cualidades que han caracterizado su obra; así, encuentra en la batuta de Annaud un aliado valioso, tanto por su manera de entender lo cómico como prolongación de un atinado discurso, como por una versatilidad impropia que hace de El cabezazo una insólita pieza desde la cual derrocar tótems sin necesidad de resultar antipático con un personaje que, al fin y al cabo, no es más que un perdedor entre tantos otros.

Texto por Rubén Collazos

 

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