Mary Wollstonecraft Godwin nació a finales del siglo XVIII en un barrio de Londres. De su madre Mary Wollstonecraft, precursora del movimiento feminista con el ensayo Vindicación de los derechos de la mujer, no solo heredó nombre y primer apellido, sino también su espíritu revolucionario y una especial habilidad de escritura. Sin embargo, Mary Shelley, conocida así tras su posterior matrimonio con el poeta Percy Shelley, no dirigió su talento hacia un camino filosófico como hizo su madre, sino que terminó escribiendo una de las novelas más populares de toda la historia. Hablamos de Frankenstein o el moderno Prometeo, un relato sobre la soledad que está representada en el rechazo que siente el autor hacia el monstruo que ha creado. Una novela que ha sido versionada y citada hasta la extenuación, que casi todo el mundo conoce en mayor o menor medida, pero cuya génesis no es tan popular; los 20 años que había vivido Mary Shelley antes de escribir la obra fueron claves para el éxito de esta.
La persona encargada de llevar al cine este capítulo de la vida de Mary Shelley en los tiempos previos a la escritura de Frankenstein es la directora saudí Haifaa Al-Mansour. Una mujer sobre la que se empezó a hablar gracias a su ópera prima La bicicleta verde y, sobre todo, por lo que hubo detrás de esa obra: fue el primer largometraje filmado íntegramente en Arabia Saudí y, durante el rodaje, la cineasta se tenía que esconder en un vehículo donde daba las órdenes a través de ‹walkie-talkies›. Algo que en nuestro mundo occidental carecería de relevancia por ser normal, se convierte en una epopeya si hablamos de un territorio hostil para las féminas como Arabia Saudí.
En cierta manera, la propia historia de la cineasta se puede aplicar a ciertas partes de la película. Mary Shelley es tratada de manera diferente por ser mujer, especialmente cuando llega el momento de sacar Frankenstein al mercado. Todos minusvaloran sus capacidades y no creen que sea capaz de haber escrito una novela de su puño y letra, insinuando que es su pareja Percy Shelley quien está realmente detrás de ella. Al-Mansour articula este asunto en torno a la reivindicación de los valores de la mujer, en línea con la realidad de la época. Lo que no cuadra tanto en la película es ese retrato machista que se hace de Lord Byron e incluso del propio Percy Shelley en ciertas escenas. No por carecer de veracidad, sino porque lo exagerado de su comportamiento hace que el trasfondo feminista de la obra se explicite en demasía y, por tanto, pervierta su sentido original.
En cualquier caso, reducir Mary Shelley a un mero título de corte reivindicativo sería absurdo. Lo que el film nos transmite es que no basta solo el talento para ser una gran artista, sino que las vivencias son las que realmente otorgan a la autora la capacidad para escribir una gran obra. Frankenstein es una metáfora de la propia vida de Mary Shelley, de las penurias que tuvo que pasar desde que unos días después de su nacimiento falleciera su madre, de las dificultades económicas de su padre, del rechazo de su madrastra, del ambiente demasiado libertino de su pareja Percy y aquellos que le rodeaban, de una tragedia familiar que se estimaba definitiva. Una sociedad que no parecía tener hueco para el alma de Mary Shelley, al menos hasta que esta finalmente pudo finalizar la novela-crónica de su vida. A la protagonista la conocemos con el rostro de una Elle Fanning que sigue perfilando su carrera profesional con buenos proyectos y que aparenta tener una perfecta simetría con este papel. Si Mary Shelley recondujo su talento para escribir una obra legendaria, Al-Mansour y Fanning unen aquí el suyo para sacar adelante un título cinematográfico interesante y, hasta cierto punto, también didáctico.