Mr. Gay Syria consigue, tensando las cuerdas del formato documental, acercar su propuesta al relato de ficción coral y así formalizar una clara denuncia acerca de las insoportables condiciones del colectivo de refugiados LGTB de origen sirio. El esqueleto narrativo funciona a través del paralelismo entre la historia de Husein, quien trabaja de barbero en Estambul, y la de Mahmoud, fundador del movimiento activista LGTB en Berlín, donde reside igualmente en calidad de refugiado. Mientras que el primero se ve forzado a sobrellevar una falsa doble vida, intentando no dar un falso paso entre su identidad homosexual y su matrimonio con una mujer siria con la que se intuye que comparte muchos más secretos de los que se revelan en pantalla, el segundo se esfuerza por visibilizar la dolorosa situación de la que ha conseguido escapar pero de la cual sabe que sufren muchos otros que no comparten su misma suerte. Entra en juego entonces una sutil e inesperada disidencia a la represión sociopolítica que consigue unir a ambos personajes, un concurso de Mr. Gay Syria con la intención de elegir al representante del país para competir en el evento a nivel mundial. A diferencia del concurso en los países occidentales o de economía capitalista, el certamen sirio no es otra cosa que la expresión de una libertad truncada, que la necesidad de ponerle rostro a unas vidas atrapadas a través de una mediatización ajena a este tipo de compromisos activistas, más aún cuando se tiene en cuenta que la elección del candidato sirio ocurre en Turquía, donde de igual manera no existe tolerancia alguna hacia el colectivo LGBT, y su salida del país para reunirse con el resto de participantes se convierte en una odisea ante la negación por parte de la administración turca.
Es interesante ver cómo la cineasta Ayse Toprak no sólo reivindica la visibilidad del colectivo en su documental sino que aprovecha para lanzar un dardo sobre la mercantilización de los derechos LGBT por parte de la industria turística, principal promotora de actos como Mr. Gay World. Frente a la organización de este macro evento destinado al público homosexual masculino de nivel adquisitivo medio-alto, se alza el candidato sirio y su representante en el certamen (al no poder salir el primero de Turquía) como estandarte de una lucha que a muchos de los presentes les es ajena o ni siquiera les cabe en la cabeza. Esta acción anárquica, de la que inesperadamente se apropia la organización del certamen mediante acciones puramente de marketing como fotografiar al equipo entero de candidatos sin camiseta para enviar su apoyo al miembro sirio, supone el punto álgido de denuncia de una película que nace de la necesidad de causar heridas en todos los frentes posibles, no sólo en el más obvio. La intención de Toprak en Mr. Gay Syria, documental valiente donde los haya, es mostrar ese lado humano de la crisis de refugiados que en muy pocas ocasiones sale a la luz por la falta de interés mediático que tiene el ceñirse en exclusiva a una doble minoría (refugiados y personas del colectivo LGBT) prácticamente invisible aunque sus afectados tengan nombre y apellidos y rostros, y algunos no quieran incluso mostrarse frente a la cámara o pidan que se les pixelen sus rasgos para no comprometer su integridad o, en algunas ocasiones, su propia vida.